Soy el Gasómetro. Luego, existo. Y existiré por siempre, con
cara de nene y arrugas de viejo. Porque los fierros –como las copas– se oxidan;
y los tablones quizás se pudran, y las baldosas quizás se rompan, y el pasto
quizás se seque. Pero a mi alma –que es mi pueblo loco azulgrana delirante de
la cabeza– la sé infinita, un planeta que gira sobre una utopía, un río que
inunda una plaza y la rebalsa, un grito de los que bailan, de fiesta y en pedo,
sabiendo que vamo’ a volver a Boedo.
Soy el Gasómetro. Una leyenda. El primer estadio de la
Selección. El primero de la tele. El Wembley porteño. La pista de baile de
Farro-Pontoni-Martino (con el Papa Francisco en la tribuna), el patio de juegos
del Nene Sanfilippo, el dulce barro donde chapoteaban los Carasucias y el
Woodstock donde los Matadores se juntaban a tocar, en paz y amor con el mejor
fútbol.
Soy el Gasómetro. Una fiesta. Un carnaval. La guitarra de
Santana, el bandoneón de Troilo, la poesía de un empedrado ya sin tranvía, una
luna perfecta de mil amores, las caravanas del Ascenso que nadie supo imitar,
el sueño descolgado de aquel 79, cuando trajiste a tu hijo a la despedida, que
creyeron adiós pero será hasta pronto.
Porque vuelvo, muchachos, ya sé que vuelvo. Gracias a
ustedes, que soy yo mismo. Les cuento el futuro, yo que conjuré el pasado: hay
pibes, hay grandes, hay chicas, hay madres, sosteniendo las banderas y
rezándole al Padre Lorenzo; hay humo de choris y porciones de pizza, masticadas
de apuro porque el aire ya huele a papelitos, a cintas blancas, al bombo del
miralá que linda viene, miralá qué linda va, ruge la popu, dale Ciclón, resuena
mi nuevo cemento tan raro, y soy feliz, feliz de que te subas, feliz de que te
cuelgues de mi alambrado, feliz de aprenderme las canciones más lindas del fútbol
mundial, Cuervo que me acariciás de ingenio, Cuerva que me amás como a un
novio, dale Ciclón, dejá la vida, y dejá mil surcos de tantas vueltas que
pensamos dar de la mano, vos y yo, en fiel avalancha, usted que me conocía, vos
que aprendiste a soñarme.
Soy el Gasómetro, ¿sabés de qué barrio? Del glorioso barrio
de Boedo; soy el Gasómetro, piel de San Lorenzo, el único sueño concebido por
el hombre que puede verse desde el Universo.
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