Aplausos, ovaciones y silencio
Por Jorge Fuentes
Mucho se ha escrito aquí sobre las reacciones de los hinchas de San Lorenzo ante diversos hechos y ante distintas actitudes de los jugadores que los representan. En algunos casos acompañamos el clamor popular y en otros dejamos en claro que nuestra posición es totalmente opuesta a la de la mayoría.
En un país y en club democrático, no sólo no está mal que eso suceda, sino que hasta es saludable. Es más, a veces los que hacemos La Revista del Ciclón también ingresamos en acaloradas discusiones sobre los gestitos de Rivero, el apoyo a Romeo, los insultos a Aureliano, la posición en la cancha del Papu Gómez, en fin… los temas que hablamos entre los cuervos. Y en las últimas dos semanas, en el medio del uno-dos letal que sufrimos en la Sudamericana y en el campeonato local, se colaron dos situaciones extra futbolísticas que merecen una reflexión: el “Migliore/Migliore” ante River de Montevideo, y las ovaciones a Méndez y Erviti, contra Banfield.
Vayamos “caso a caso”. La aclamación al ex arquero de Huracán, Boca y Racing, que apenas lleva 19 partidos disputados con el buzo cuervo, puede entenderse desde el alto grado de angustia y nerviosismo que genera una definición por penales, pero la verdad que semejante muestra de cariño para Migliore, más allá de su buen rendimiento en este torneo, fue un obsequio demasiado generoso. Su condición de hincha fanático de Boca debe quedar relegada a la hora de desearle lo mejor cada vez que sale a la cancha. Pero de ahí a ovacionarlo, hay un largo trecho.
Después del palo, viene la caricia. Los cuervos demostraron ante Banfield tener memoria. El estruendoso recibimiento para Sebastián Méndez y Walter Erviti fue el claro ejemplo de que el hincha puede abstraerse hasta de un clima de final, como lo era la previa del choque contra el Taladro, para saludar a dos ex que defendieron la azulgrana como el Padre Lorenzo manda.
Al Gallego le tocó integrar uno de los planteles más cuestionados de la historia del Ciclón, sin embargo, su forma enjundiosa de jugar y su honestidad para dar un paso al costado “porque no quiero robarle la plata a San Lorenzo” lograron que quedara indemne a cualquier crítica. Y la gente se lo hizo saber. Varios puñetazos en su corazón fue la manera que eligió el defensor para agradecer esa ovación. Lo de Erviti pasa por otro lado. Allí hay un amor gestado desde hace tiempo. El marplatense no solo fue uno de los mejores jugadores que pasó por el Ciclón en la última década, sino que nunca deja pasar la oportunidad para declarar que es hincha de San Lorenzo. Aun no se explica como Cañito, como se lo apodó cuando daba sus primeros pasos en Primera, no juega en el Ciclón. No se entiende. Pero ese es otro tema. Su gran partido, con un hermoso pase gol incluido, no impidió que los cuervos lo despidieran con aplausos cuando fue reemplazado, ya con el resultado a favor de Banfield. Vale el gesto de la gente. Y también el de Erviti, que saludó a las tres tribunas donde había gente de San Lorenzo.
Hoy la gente tendrá otra chance de expresarse. Con la camiseta roja de Independiente estarán Walter Acevedo y Andrés Silvera. El volante no llegó a tener un rendimiento que amerite aplausos o reprobaciones. El Cuqui, en cambio, fue uno de los mejores delanteros que tuvo el Ciclón en los últimos años, pero la gente le terminó pasando la factura por aquella huida de la concentración antes de jugar contra Banfield en 2007, por las recurrentes ausencias a los entrenamientos y por su evidente “trabajo a reglamento” en algunos partidos.
Si se permite, ahí va un consejo: evitemos insultar a Silvera. La venganza de los goleadores suele ser terrible.