Ya nos verán volar
Por Eduardo Bejuk
San Lorenzo provoca envidia hasta por la forma en que se sobrepone de sus tragedias deportivas e institucionales. Estoy tan seguro de eso. De que los demás hinchas, sinceramente, son incapaces de entender cómo transformamos el dolor en optimismo puro; en cómo mutamos inmediatamente, de la decepción al orgullo, con una mínima escala que nos propone la tristeza, la bronca por el objetivo perdido y fiesta postergada.
Eso es parte de la idiosincrasia cuerva: la forma en que reaccionamos no bien sobreviene la malaria. Nos gusta ser héroes desde la tribuna, porque nos sale, porque lo somos, porque levantamos una cancha y un descenso, y redefinimos lo que el “aguante” significa para un hincha de fútbol. El miércoles, como tantas otra veces, una copa nos sirvió su trago amargo y desdeñoso. Ya sé: estos jugadores, al menos, ya demostraron que son capaces de dejar todo en la cancha.
Lástima que jugaron tan mal y con tan poca inteligencia. Cansadísimos, casi sin patear al arco, perdimos la Copa de la forma menos esperada. De nuevo, Simeone y sus extraños planteos (a veces incomprensibles) nos hicieron preguntar cuál es el verdadero Cholo. El campeonato está ahí, todavía, esperando por la reacción final, pidiéndoles a los muchachos la revancha que nos redima.
El miércoles llegué a casa, desgarrado y golpeado (literalmente casi me rompo un pie pateando la bronca contra lo que tuve enfrente), y escribí esto: “En el estupor del desasosiego, todavía hundidos en el pozo del penal malogrado, los Cuervos se levantan furiosos, en bandada, presurosos de reivindicar su plumaje, graznando su pasión a flor de pico, santificados en su martirio de dignidad. Y ahí van los Cuervos, volando su canción de truenos, intactos a pesar de los años y los momentos vividos. Porque para ser de San Lorenzo hay que saber falsificar la propia muerte. Y renacer, fénix de los fénix, desde las cenizas de la ilusión aniquilada. Para ser nosotros, los únicos, ahí en el cielo, donde pertenecemos”. Ya van a ver.
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