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lunes, 11 de mayo de 2009

Editorial (Pág. 3)

Por Gastón García

Estatuas de cemento o muñequitos de nieve

Según la Real Academia Española, ídolo es una “persona o cosa excesivamente amada”. Si existiera un Diccionario del Fútbol, seguramente diría que un ídolo es un “destacado jugador que deleitó a los aficionados por sus excelentes dotes futbolísticas”. Pero si reducimos el espectro aún más y nos referimos a San Lorenzo, el Manual del Cuervo definiría al ídolo como un “jugador de fútbol que se ganó el afecto de la hinchada sanlorencista gracias a reunir tres condiciones fundamentales: ser un distinguido jugador de fútbol, defender con honradez la camiseta azulgrana y respetar al club por su gloriosa historia”.


La desilusión que vivimos los cuervos en este semestre fue gigantesca. La eliminación bochornosa de la Copa, luego de haber armado un equipo con grandes figuras, dejó al pueblo azulgrana en llamas. Este fracaso futbolístico fue un verdadero golpe a la ilusión y los cuervos, con el corazón herido, dictaminaron su sentencia. Sin justificar la violencia, el escrache que un grupo de hinchas le hizo al plantel en Ezeiza, representó el sentir de la gran mayoría de la masa sanlorencista. No se salvó nadie. Hasta jugadores que muchas veces recibieron notables ovaciones por la tribuna cuerva cual ídolos del club, como Rivero o Silvera, quedaron en la mira entre los principales acusados. O acaso no fueron muchas las veces que en el Pedro Bidegain se escuchó el “Riveeeero” o el “Silveeeera”.

Esta situación nos demostró que para que un jugador se gane el mote de ídolo del club, tiene que construir su figura como una estatua de cemento, que quede para toda la vida, y no como un muñequito de nieve, que a la primera salida del sol se desvanezca sin pena ni gloria. Si usted le pregunta a cualquier sanlorencista cuáles fueron los últimos jugadores que se ganaron el título de ídolos de club, entre los elegidos estarán con plena seguridad Michelini y Romeo. Vaya rareza, ninguno salió de los riñones del club.

Nos cansamos de decir en esta revista que “Michelini defendía a la camiseta azulgrana como lo hubiera hecho cualquier cuervo”, de tener la posibilidad. A ese sacrificio, Pablo le sumó un sostenido perfil bajo, títulos y un gran respeto por el club. Por su parte, Romeo, además de un montón de goles y de ser campeón en 2001, demostró que no siempre la plata está por encima de la gloria. Seguramente ese acto antimercenario que tuvo a principios de este siglo, le permite, hoy en día a Bernie, ser un tipo querido para los cuervos, a pesar de estar casi siempre lesionado y fuera del campo de juego. Estos dos jugadores sí cumplen con la definición de ídolo, del ficticio Manual del Cuervo del que hablamos al principio de este editorial.

Esta ingrata realidad que vivimos los cuervos debería servirnos como precedente para casos futuros. O mejor dicho, no tan futuros. Desde que se puso la camiseta de San Lorenzo, Hilario Navarro no deja de ser ovacionado por la tribuna cuerva como si fuese un gran ídolo del club. Si bien es cierto que el cariño a Hilario es un NO encubierto hacia Agustín Orión, escuchar corear su nombre en cada presentación del Ciclón no deja de sorprender.

No hay que olvidarse que este arquero le vendió su alma al diablo cuando pasó de Racing a Independiente sólo por unos cuantos verdes americanos. Que cayó en Boedo por otros miles de dólares más y sólo permanecerá en el club si aparece una billetera llena de morlacos. Y si bien no tenemos nada contra el actual 1 del Ciclón, los cuervos debemos empezar a cuidar nuestras gargantas y que sólo se pongan coloradas por un grito de gol. Los ídolos, ya van a llegar.

Nos reservamos este último párrafo para brindarle nuestro apoyo a dos amigos cuervos, Cachi y Vero. Esta revista está dedicada a la memoria de Gonzalito.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola cuervos... me parece que se olvidaron de algunos jugadores que podrian ir como ídolos de los ultimos tiempos: Saja, Beto, Gonzalo Rodríguez. En lo demas coincido. Saludos

Hernan