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lunes, 18 de febrero de 2013

La columna del Hermano Cuervo


No puedo vivir sin vos

por Eduardo Bejuk 

San Lorenzo, como el Papa (ojo: un hincha del Ciclón suena como candidato), tiene móvil (Papamóvil, Cuervomóvil). Y millones de fieles. Y hace milagros. Y te lleva al Cielo –después de sufrir infiernos– para resucitarte el alma con sonrisas inesperadas, en el último minuto. Ir a verlo es religioso, nuestra misa, de viernes, sábado (como hoy) o domingo, con el rosario en la boca (¿y la calculadora archivada? ¡ojalá que sí!), en el nombre del padre, del hijo (tristelmísimo) y del santo espíritu que nos envuelve en la locura de este sentimiento, coro de ángeles que te jura que siempre te va a acompañar. No hay nada como esto. No se puede vivir sin la liturgia de Boedo, la tierra prometida que parece tan cercana, de vuelta nuestra, para que sin distinciones de raza, credos ni religiones (lo único irrenunciable es el amor a la azulgrana), soñemos con el Nuevo Nuevo Gasómetro, o el de siempre, o el que nos imaginamos para el 2016. ¡Vaya año que pasamos!.... Vaya lágrimas que lloraron nuestros santos (las del Pipi, nunca las voy a olvidar), qué cantidad de rezos y abrazos e historias que alcanzarían para llenar una Biblia, y que ya son parte de nuestra razón de ser. ¿Qué haríamos sin este berretín de CASLA en el pecho? Sufriendo o gozando, en las buenas y en las malas, nada se parece a la vertiginosa sensación de vivir pegado a San Lorenzo, de nariz al alambrado, con el grito listo y la remera revoleada. Llueven papelitos, arrecia el golpeteo de botines y se abre el cielo en dos, cortado al medio por 11 jugadores y millones de Cuervos, preparados para ser lo que más les gusta: hinchas del Ciclón, de la cuna a la eternidad, durante 90 minutos que en realidad son toda la vida.

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