La columna del Hermano Cuervo

Las travesuras de Ramón

Por Eduardo Bejuk

Después de una semana agitadísima, que invita a la reflexión, a la introspección, con la Sur clausurada y el sabor amargo que prevalece, ojalá que podamos hablar de fútbol. Porque este San Lorenzo obliga a la charla. A desentrañar el enigma de un equipo que salió a ver qué pasaba en el campeonato, que no le pudo hacer un gol a Gimnasia en el debut, que parecía destinado a sobrevivir, a un presente totalmente distinto... Y hoy, contra Olimpo, al cumplir un tercio de torneo, podemos meternos definitivamente en el lote de los que van a definir. Ojo: ya nos sacamos de encima a dos clásicos de visitante, a Vélez, a Godoy Cruz. No es poco. La clave, como muchas veces, pasa por la famosa presión. Este equipo nunca la tuvo. Porque Ramón, el paladín del perfil alto, el altisonante maestro de la expectativa desmedida, hizo el cambio menos esperado. Y el más genial. Bajó el perfil. Sacó presión. La jugó de callado. Y así, sin chicanas de su estilo, sin una apuesta visible, construyó un bloque de cemento. Eso es San Lorenzo. Todavía rústico, aún con asperezas, pero compenetrado en sí mismo. La defensa sostiene esa estructura y, de ahí para adelante, todos aportan lo suyo. Algunos más, otros menos. El hallazgo del joven Balsas, la resurrección de Rivero, un Romagnoli con mayor continuidad (jugando los minutos que puede), los chispazos de Menseguez, el despliegue del Chaco... ¿Hasta dónde serán capaces de llegar? Falta, todavía, un salto adelante. Pero la confianza se incrementa con los resultados y, aunque el funcionamiento sea desparejo, la posición en la tabla mantiene las chances. Ramón, viejo zorro, sigue en la suya: bajo el poncho, esconde el facón. Y lo sigue afilando.