(Nota de la edición impresa N° 234)
Este
terrible momento que estamos atravesando nos tiene a todos preocupados y con el
ánimo por el piso. Pero de nada sirve dejarse ganar por la desazón. Los
jugadores, en la cancha, y nosotros, en la tribuna, la tenemos que seguir
peleando. Porque podemos zafar. Y porque San Lorenzo sabe de milagros.
por Jorge Fuentes
Olvídense
encontrar, en este artículo, críticas a los dirigentes de antes y a los de
ahora. Ni piensen que van a leer alguna objeción a las cualidades futbolísticas
de los integrantes del plantel actual de San Lorenzo. Tampoco se van discutir
decisiones sobre la táctica empleada y los cambios realizados por el cuerpo
técnico encabezado por Ricardo Caruso Lombardi. Ni siquiera se van a mencionar
los nombres de los entrenadores de los últimos tres años. Y por más tentado que
esté a hacerlo, quien esto escribe tampoco va a enumerar la extensa lista de
jugadas “dudosas” que perjudicó al Ciclón y benefició a algún rival en el
último tiempo. No se hará hincapié en nada de esto. No porque no haya
fundamentos para hacerlo (lamentablemente, es todo lo contrario), si no porque
a esta altura de la historia, no serviría absolutamente para nada. Estamos muy
cerca del abismo. Y la única manera de no caernos es dejando todos los aspectos
negativos de lado (solo por un tiempo, nada más) y concentrándonos en tratar de
zafar del descenso. ¿Cómo lo hacemos? Los hinchas, alentando, como siempre.
Intentando no transmitirles desesperación ni nerviosismo a los que están
adentro de la cancha. Y ellos, los jugadores, los que están adentro de la
cancha, dejando la vida en cada pelota. Porque pese a las falencias técnicas
que puedan existir, se sabe que en el fútbol, muchas veces el corazón termina
siendo el músculo más importante para conseguir el objetivo planteado.
Cuatro finales…
O seis
Más
allá de toda la buena onda que pueda tirarse desde una nota en una revista
partidaria como ésta, está claro que no se puede (ni se debe) desconocer la
gravedad de la situación que estamos padeciendo. De hecho, probablemente cuando
estemos repartiendo la revista, el Ciclón estará en zona de descenso directo
(al cierre de esta edición jugaban San Martín y Olimpo). Si no es así, mucho
mejor. Y si efectivamente ese es el escenario, habrá que poner el pecho y
tratar de salir lo antes posible. Esta tarde sería lo ideal. Y si no, en la
última fecha. Porque, cuervos, a no mentirnos: el nuevo objetivo es zafar del
descenso directo. Si podemos salir de todo, obviamente, será más que
bienvenido, pero la realidad nos marca que el rival a vencer es el equipo
sanjuanino, al que tenemos que recibir en la última fecha. Y que la Promoción sea ha transformado en un
escenario que yo no miramos con malos ojos.
Uno
relee lo escrito y no puede creer haber llegado a esta situación. Parece que
fue ayer que estábamos festejando el título de 2007, en San Juan y Boedo. O
dejando afuera de la Libertadores a River, en el Monumental, con dos jugadores
menos. O peleando el Apertura de 2008 hasta el final, hasta ese maldito y
nefasto triangular. Algo mal habremos hecho para estar acá. Pero ahora no hay
tiempo para repartir culpas ni para sacar chapa recordando los presagios
realizados en su momento. Solo hay tiempo seguir peleando. Quedan cuatro
partidos. Quizás seis. Estamos mal. Pero no hay que perder la fe. Nunca. Muchos
nos dan por muertos, como lo hicieron tantas veces. Pobres de ellos. No
aprendieron. Se olvidan de que somos San Lorenzo. Y nosotros, más que nadie, sabemos
de resurrecciones. Ya van a ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario