Editorial: Edición impresa 234)
por Gastón García

Ahora todo
es distinto. Ahora, el llanto es desgarrador. Los cuervos penamos porque sabemos
que nuestro club está al borde del precipicio. A uno, dos, tres o cuatro pasos
de hundirse en el fondo del mar. El sufrimiento comenzó hace rato. La agonía
parece interminable. Es un dolor que te pega en lo más profundo del cuore,
que por momentos te amaga con que se va a ir pero no, no solo no se va, sino
que vuelve más potenciado. San Lorenzo dejó pasar en las últimas dos fechas
(Olimpo/Unión) la inmejorable posibilidad de salir de la zona de peligro. Pero
no supo hacerlo y se hundió aun más en la oscuridad. De un alivio ansiadamente
esperado, los cuervos caímos en la triste resignación y sabemos que solo un
milagro mantendrá al Ciclón en Primera. Hoy, jugar una Promoción, si es que no
ocurre algo peor, será el intento de evitar el abismo.
Es cierto que,
como dice el refrán, “la esperanza es lo último que se pierde”. Así debería
ser. Sin embargo, cuando uno agarra la odiosa calculadora y vuelve a hacer las
temerosas cuentitas, esa esperanza se desploma en mil pedazos. Sin duda,
estadística mata ilusión. Y si a eso le agregamos todo lo que se dice del
futbol… Que Grondona, que los árbitros, que Massa y que los decretos, uno solo
entra en resignación.
A pesar de
todo esto, los cuervos siempre guardamos una cuotita de fe. Porque somos los
gauchos de Lorenzo Massa. Porque somos el San Lorenzo de los Milagros. Porque
nos supimos despertar de las peores pesadillas. Porque somos los guardianes de
la Vuelta a Boedo. Porque no está muerto quien pelea. Porque somos San Lorenzo.
Vamos carajo, que todos juntos podemos.
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