Nota de la edición impresa N° 241
Las apariciones en Primera de Héctor Villalba, Leandro Navarro
y Ángel Correa fueron las mejores noticias, en materia futbolística, que
recibió San Lorenzo en este semestre. La esperanza de ver a un Ciclón Fatto in
Casa empieza a tomar forma.
Por Jorge Fuentes
“Vamos, vamos Los Pibes”. Esa fue la frase que utilizamos en
la tapa de la primera edición de La Revista del Ciclón, allá por agosto de
1999. La portada, además, venía con las imágenes del Pipi Romagnoli, Morel
Rodriguez, Mirko Saric, Bernardo Romeo, Omar Gallardo y el Pipa Estévez.
Catorce años después, hay que decir que solo la pifiamos con el pobre Gallardo.
No está tan mal. Los otros cinco estuvieron a la altura de lo esperado. Pipi y
Bernie llegaron a la estatura de ídolos. Mirko, eterno recuerdo, pintaba para
eso. El Pipa, más allá del enojo de muchos hinchas por su conflictiva salida
del club y su llegada a Boca, la rompió toda, especialmente en el Clausura
2001. Y Morel, nobleza obliga, antes de las actitudes desagradecidas para con
el club que lo hizo conocido, también respondió con jerarquía. Su salvada
heroica ante Nacional, en la Mercosur 2001, será imposible de olvidar…
A esos nombres después se le sumaron, entre otros, los de
Guillermo Franco, Walter Erviti y Sebastián Saja. Y más acá en el tiempo,
surgieron los de Gonzalo Rodríguez y Pablo Zabaleta. Después hubo algunos que
amenazaron con hacer historia con la azulgrana (Montillo, Barrientos, Luna,
¡Cornejo!), pero, o no llegaron a explotar o explotaron en otro lugar. Luego de
aquella generación surgida entre el fin del siglo XX y el comienzo de este
milenio, la cantera azulgrana no ha entregado demasiado material potable. Ya
sea por falta de condiciones o por estar tapados por “refuerzos” traídos por
las dirigencias de turno (muchos de ellos con niveles indecorosos), los pibes
del club no han tenido mucho lugar en la Primera.
Por eso, la aparición de Héctor Villalba (18 años), Leandro
Navarro (21) y Ángel Correa (18) en el primer equipo del Ciclón nos remonta,
inevitablemente, a aquella época. A la del nacimiento de La Revista del Ciclón.
A un momento de florecimiento de juveniles que, poco tiempo después, derivó en
tres títulos inolvidables. Quizás sea una exageración creer que éste presente
puede terminar de la misma manera. Pero en aquel 1999 no muchos pensaban que
íbamos a ir tan seguido a San Juan y Boedo a festejar. Villalba es pura
explosión. El gol a Racing aun da vueltas por el mundo y provoca sorpresa y
admiración. Navarro es dueño de una pegada magistral, algo fundamental en una
época en la que los partidos se definen por una pelota parada bien ejecutada. Y
Correa, recuperado para el club por el presidente Matías Lammens porque su
contrato había sido “perdido” por la CD anterior, pinta para ser un enganche de
esos que surgen muy de vez en cuando. Como botón de muestra se puede exhibir la
deliciosa habilitación a Gonzalo Verón, en el segundo gol a Quilmes, la fecha
pasada. Y ya que hablamos de Verón, un ex Italiano no tan pibe pero tampoco tan
grande (tiene 23 años), vale mencionar a los otros juveniles que hay en el
plantel y que, sin brillar como Villalba, Navarro y Correa, también merecen
tener más chances. Uno de ellos es Walter Kanemmann (22), que ya parece todo un
veterano luego de lo vivido en el semestre pasado, en el que anotó uno de los
goles más importantes en historia de San Lorenzo. Nada menos. Zaguero, devenido
en marcador de punta izquierdo, el entrerriano deja el alma en cada partido. Y
la gente se lo agradece. A la lista habría que agregar a Matías Catalán (20),
lateral derecho que viene cumpliendo muy buenas actuaciones en la Reserva, a
Fernando Meza (23), otro no tan pibe que ahora empezó a
tener más rodaje luego de estar relegado, al ex Gimnasia
Alan Ruiz (20), figura en el torneo pasado y con notables condiciones como para
resurgir con fuerza en un futuro no muy lejano, y a Rodrigo Contreras (17),
delantero que se cansó de romper redes en las Inferiores y en la Reserva.
Por supuesto que el crecimiento de los chicos solo puede
darse en un contexto agradable y tranquilo, no como el que había en el semestre
pasado, cuando el descenso era una amenaza seria, o en el arranque de esta
temporada, cuando el promedio todavía asfixiaba. Y por más que estemos bastante
más tranquilos, hasta que ese fantasma no se aleje definitivamente no se verá
lo mejor de ellos.
Por lo pronto, que las Inferiores de San Lorenzo hayan
empezado a aportar buenos valores es una gran noticia. Y que haya vuelto el
“Vamos, vamos los pibes” a la tribuna genera una enorme ilusión. La misma que
teníamos en 1999.
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