Un Gallego demasiado cauteloso
En estos cuatro partidos, Sebastián Méndez ya dio señales de qué clase de técnico quiere ser. Su idea es la de armar un equipo “de atrás para adelante”, con una línea de cuatro sólida y un medio combativo. El problema es que, salvo en el partido ante Huracán, no se animó a salir a lastimar al rival. Y en San Lorenzo, eso no puede pasar.
La tardía salida de Diego Simeone terminó descomprimiendo un clima que ya se tornaba irrespirable. Y la llegada de Sebastián Méndez trajo, de movida, un poco de tranquilidad, algo que en San Lorenzo hacía rato que no se disfrutaba. Pero la sorpresiva asunción del Gallego también generó inquietudes y dudas sobre cómo se desempeñaría el ex zaguero en su nueva función. Y en estos primeros cuatro partidos como DT, Méndez ya mostró un estilo claro y definido. Está claro que no sería justo realizar críticas duras sobre lo mostrado hasta el momento. Primero porque, de entrada, diagramó una formación medianamente lógica, algo que con el Cholo Simeone no ocurría. Y después, porque su carrera recién arranca y todavía tiene mucho camino por transitar y un montón de cosas por aprender. Pero lo que sí se puede hacer es un breve análisis de lo ofrecido por el Ciclón en estos cuatro encuentros con el Gallego como entrenador y remarcar algunos puntos que merecen ser discutidos.
Partido a partido
Ante Banfield, San Lorenzo fue superado totalmente. Hasta dio la sensación de que el Taladro levantó el pie del acelerador. No puede achacársele demasiado a Méndez por este partido. Era el primero y casi no había trabajado con el plantel. Así y todo, armó un 4-3-1-2, con Romagnoli como enganche, que si bien no rindió, al menos se asemejó a un equipo con una idea más o menos clara.
Luego, con Independiente, el planteo fue un poco más mezquino (4-4-2). Se encontró rápidamente con el gol de Nelson Benítez y luego se dedicó a cuidar la diferencia. Pudo haber ampliado la ventaja por intermedio de Emiliano Alfaro y Fabián Bordagaray, pero también se metió demasiado atrás y le permitió al Rojo jugar casi todo el segundo tiempo en el campo del Ciclón. El 1-0 no se modificó. En gran parte por la buena tarea de la defensa azulgrana. Pero también gracias a la impericia de los muchachos del Tolo Gallego.
Contra Huracán se vio lo mejor del ciclo Méndez. Con Alfaro y Bordagaray rotando por todo el frente de ataque, y Alejandro Gómez y Aureliano Torres llegando por los costados, el Ciclón dominó al Globito y se puso justicieramente en ventaja con una buena definición del Papu. Pero luego volvió a replegarse. Y como lo del equipo de Rivoira fue tan pobre, casi no sufrió. Solamente después de un descuido en una pelota parada, Migliore tuvo que revolcarse un poco. Igualmente, esa actitud de abroquelarse tan atrás empezó a preocupar a los cuervos. Finalmente, la expulsión del defensor qumero Filipetto simplificó las cosas. Aparecieron espacios, llegaron los goles, los oles y la fiesta. Aunque eso no debió hacer olvidar que San Lorenzo pudo haberse complicado un partido que era de sencilla resolución con un poco más de ambición.
En el choque de hace siete días, ante Boca, Méndez profundizó la idea de asegurar el cero en el arco propio y salió a defenderse desde el minuto cero. Pero el plan fracasó de inmediato. A los tres minutos, el Ciclón ya perdía 1 a 0. En toda la etapa inicial, San Lorenzo jamás pudo enhebrar una jugada ofensiva más o menos digna, pese a los esfuerzos de Bordagaray y Gómez, que quedaron más cerca de los cuervos que estaban en la tercera bandeja que de sus compañeros. Así, Boca controló el partido sin demasiados problemas. En el complemento, con el ingreso de Menseguez, el equipo jugó a otra cosa. No lo hizo muy bien, es cierto, pero por lo menos logró que el arquero García dejara de ser un espectador de lujo. Más allá de los errores gravitantes de Gabriel Favale (ya se hablará de él en las páginas siguientes), San Lorenzo fue a la Boca a rasguñar un puntito, como un equipo chico. Y recibió el castigo que se merecía: perdió. Dolió porque se trató de Boca. Y perder con Boca siempre es feo. Se insiste: la idea no es caerle con todo a Sebastián Méndez. Pero sí hay que señalarle que con estos planteos timoratos se pierde más de lo que se gana. Ojalá que el Gallego sepa entenderlo.
En estos cuatro partidos, Sebastián Méndez ya dio señales de qué clase de técnico quiere ser. Su idea es la de armar un equipo “de atrás para adelante”, con una línea de cuatro sólida y un medio combativo. El problema es que, salvo en el partido ante Huracán, no se animó a salir a lastimar al rival. Y en San Lorenzo, eso no puede pasar.
La tardía salida de Diego Simeone terminó descomprimiendo un clima que ya se tornaba irrespirable. Y la llegada de Sebastián Méndez trajo, de movida, un poco de tranquilidad, algo que en San Lorenzo hacía rato que no se disfrutaba. Pero la sorpresiva asunción del Gallego también generó inquietudes y dudas sobre cómo se desempeñaría el ex zaguero en su nueva función. Y en estos primeros cuatro partidos como DT, Méndez ya mostró un estilo claro y definido. Está claro que no sería justo realizar críticas duras sobre lo mostrado hasta el momento. Primero porque, de entrada, diagramó una formación medianamente lógica, algo que con el Cholo Simeone no ocurría. Y después, porque su carrera recién arranca y todavía tiene mucho camino por transitar y un montón de cosas por aprender. Pero lo que sí se puede hacer es un breve análisis de lo ofrecido por el Ciclón en estos cuatro encuentros con el Gallego como entrenador y remarcar algunos puntos que merecen ser discutidos.
Partido a partido
Ante Banfield, San Lorenzo fue superado totalmente. Hasta dio la sensación de que el Taladro levantó el pie del acelerador. No puede achacársele demasiado a Méndez por este partido. Era el primero y casi no había trabajado con el plantel. Así y todo, armó un 4-3-1-2, con Romagnoli como enganche, que si bien no rindió, al menos se asemejó a un equipo con una idea más o menos clara.
Luego, con Independiente, el planteo fue un poco más mezquino (4-4-2). Se encontró rápidamente con el gol de Nelson Benítez y luego se dedicó a cuidar la diferencia. Pudo haber ampliado la ventaja por intermedio de Emiliano Alfaro y Fabián Bordagaray, pero también se metió demasiado atrás y le permitió al Rojo jugar casi todo el segundo tiempo en el campo del Ciclón. El 1-0 no se modificó. En gran parte por la buena tarea de la defensa azulgrana. Pero también gracias a la impericia de los muchachos del Tolo Gallego.
Contra Huracán se vio lo mejor del ciclo Méndez. Con Alfaro y Bordagaray rotando por todo el frente de ataque, y Alejandro Gómez y Aureliano Torres llegando por los costados, el Ciclón dominó al Globito y se puso justicieramente en ventaja con una buena definición del Papu. Pero luego volvió a replegarse. Y como lo del equipo de Rivoira fue tan pobre, casi no sufrió. Solamente después de un descuido en una pelota parada, Migliore tuvo que revolcarse un poco. Igualmente, esa actitud de abroquelarse tan atrás empezó a preocupar a los cuervos. Finalmente, la expulsión del defensor qumero Filipetto simplificó las cosas. Aparecieron espacios, llegaron los goles, los oles y la fiesta. Aunque eso no debió hacer olvidar que San Lorenzo pudo haberse complicado un partido que era de sencilla resolución con un poco más de ambición.
En el choque de hace siete días, ante Boca, Méndez profundizó la idea de asegurar el cero en el arco propio y salió a defenderse desde el minuto cero. Pero el plan fracasó de inmediato. A los tres minutos, el Ciclón ya perdía 1 a 0. En toda la etapa inicial, San Lorenzo jamás pudo enhebrar una jugada ofensiva más o menos digna, pese a los esfuerzos de Bordagaray y Gómez, que quedaron más cerca de los cuervos que estaban en la tercera bandeja que de sus compañeros. Así, Boca controló el partido sin demasiados problemas. En el complemento, con el ingreso de Menseguez, el equipo jugó a otra cosa. No lo hizo muy bien, es cierto, pero por lo menos logró que el arquero García dejara de ser un espectador de lujo. Más allá de los errores gravitantes de Gabriel Favale (ya se hablará de él en las páginas siguientes), San Lorenzo fue a la Boca a rasguñar un puntito, como un equipo chico. Y recibió el castigo que se merecía: perdió. Dolió porque se trató de Boca. Y perder con Boca siempre es feo. Se insiste: la idea no es caerle con todo a Sebastián Méndez. Pero sí hay que señalarle que con estos planteos timoratos se pierde más de lo que se gana. Ojalá que el Gallego sepa entenderlo.
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