por Eduardo Bejuk*
Anoche tuve un sueño. Todos los Cuervos del mundo se abrazaban al mismo tiempo, y se estrechaban hombro con hombro con la ciclónica fuerza de sus almas, y formaban muros inabarcables, y se paraban unos sobre otros, en una perfecta arquitectura humana, cientos de miles, millones, Cuervos y Cuervas, padres e hijos, abuelos y nietos, tíos, sobrinos, amigos, desde Boedo hasta Madrid, desde Madrid hasta las Filipinas, desde las Filipinas hasta el último rincón del planeta, y esos muros iban subiendo hasta el cielo, y pasaban las nubes, y alcanzaban las estrellas, y éramos nosotros los artífices de los nuevos tablones, sin madera ni cemento, sin fierros para sostenerlos, tablones de sueños y avalanchas, de fe indomable, tablones infinitos azules y granas construidos por el maravilloso berretín de amar a San Lorenzo. ¿Estaremos locos de tanto soñar? No. No te creas. Los dueños del optimismo futbolero, los quijotes de banderas azulgranadas, los eternos chiflados de canciones dulzonas, irónicas y abrumadoras, andan en eso. Y son capaces de todo. Por eso aquella marcha. Por eso este sueño hermoso. Por cada historia que te contó tu abuelo, por cada tarde que se paró sobre un tablón de Avenida La Plata y la garganta le quedó áspera como la madera; por el eco de los goles que todavía habitan allí, en el barrio de perfume reo, empedrado barrio que se empecina en ser como siempre fue; por cada imagen que les queda a los que conocieron el Gasómetro; por cada paisaje que imaginaron los que nunca pudieron conocerlo. Porque el Gasómetro sobrelleva la melanco del exiliado, pero también la esperanza del que sabe, bien adentro suyo, que algún día va a volver. Y con una sonrisa. ¿Imposible? Proyectos de ley, miles de firmas, voces, marchas, bombas de estruendo que espantan miedos, las canciones de la resistencia, el asombro de los neutrales, el llanto de los que trajeron recuerdos en la solapa y, entre sollozos furtivos, no permiten que se marchiten. Son tantos. Son tan valientes. Lo vamos a lograr. Todos saben que lo vamos a lograr. Vos, Hermano Cuervo, lo vas a construir. Si de un descenso escribiste un relato épico. Si de de tus canciones se compone la banda sonora del fútbol argentino. Si ya levantaste una cancha, reventaste las ajenas y pasaste todas las pruebas de fidelidad posibles... Sé que estás comprometido con la nueva quijotada, embanderado de pies a cabeza, dispuesto a marchar mil veces, a gritar tu revancha, a derribar la prepotencia del terror con el puño cerrado de tu pasión pacífica. Hombro con hombro, surcando océanos, penetrando montañas, los Hermanos Cuervos de cada lugar se juntan como tablones, se elevan en armonía, encastran los brazos sudorosos para formar una masa compacta y así, en el éxtasis de un nuevo milagro, en el vértigo de las alturas imposibles, levantan el estadio más grande del mundo. El estadio del amor eterno. Y en Avenida La Plata, bajo el sol de una tarde cualquiera, un pibe se pone en la fila para entrar a la cancha, mientras el viejo la acaricia la cabeza.
*Para los que iniciaron esta epopeya, a puro sueño. Para los que eligieron acompañarlos, a pura emoción. Para todos los Cuervos del mundo.
*Para los que iniciaron esta epopeya, a puro sueño. Para los que eligieron acompañarlos, a pura emoción. Para todos los Cuervos del mundo.
1 comentario:
excelente!
Publicar un comentario