El dueño de una de las
colecciones azulgranas más grandes del país reside en Núñez y le abrió la
puerta de su casa a La Revista del Ciclón. Te contamos la historia de un
fanático que vive entre cuatro paredes repletas de objetos de San Lorenzo. Pasá
y conocela…
Por Gastón García
Apenas se abre la puerta
entrás en situación de admiración. A tu derecha, el lateral de un modular te
recibe con una galería de imágenes de formaciones de equipos históricos del
Ciclón. A tu izquierda, sobresale una repisa con decenas de muñequitos con los
colores azul y rojo. Sobre esa pared, relucen un banderín del Campeón 1946 y la
portada del Diario La Nación con referencia al equipo campeón amateur de 1927,
entre otras fotos de glorias cuervas de todas las épocas. Si avanzás un paso,
te chocás con no menos de cinco columnas de casi un metro de alto formadas por
cajas que almacenan cientos de revistas de tinte azulgrana. Y si te introducís
en el departamento, de inmediato te atrapa la sensación de que estás haciendo
un viaje en el tiempo, recorriendo cada minuto de la historia de San Lorenzo.
Sería imposible graficar
en esta nota todos los objetos que componen la colección que Martín Vartanian
tiene en su domicilio del barrio de Núñez. Ni siquiera todas las páginas de esta
revista alcanzarían para describirlos. Son más de 40.000 piezas que este Cuervo
de Ley atesora celosamente en su departamento. En ese lugar, calificable como
“El Museo Azulgrana”, el socio del Ciclón N° 106.931tiene, quizás, la mayor
recopilación de productos relacionados a la gloriosa historia sanlorencista.
Dentro de su casa podrás encontrar diarios y revistas, posters, fotos,
partituras de tangos, medallas, banderines y postales. También hay muñequitos,
llaveros, almanaques, traba corbatas, carnets, pines, vinchas, entradas,
figuritas… En fin, todo lo que se te pueda ocurrir, este cuervo lo tiene.
El nacimiento de una
colección
Según le contó a La
Revista del Ciclón, Martín comenzó a recopilar cosas cuervas hace 20 años
aproximadamente. En realidad, como la mayoría de los fanáticos de algo, en este
caso de un equipo de fútbol, desde pequeño le gustó eso de comprar y guardar
revistas y objetos relacionados al Ciclón. Pero fue en el inicio de los 90
cuando al ver que tenía en su poder una gran cantidad de recuerdos, entró en el
mundo del coleccionismo, del que jamás pudo ni quiso salir.
“De un día para otro
empecé a ir a los parques Rivadavia, Centenario, Chacabuco, Lezama, los recorrí
todos. Me pasaba tardes y tardes revisando pilas de revistas buscando las que
tenían tapas de San Lorenzo”, recuerda. Así, logró tener los 223 ejemplares de
El Gráfico en los que Boedo ilustra la portada, al igual que de otras revistas
como Alumni (167), La Cancha (124) y Goles (85). Lo mismo ocurre con la
histórica El Ciclón y, además, posee distintas publicaciones que salieron a la
venta o fueron distribuidas en algún momento de la historia cuerva. Hasta La
Revista del Ciclón (le faltan algunos ejemplares y prometimos conseguírselos),
está bien almacenada en su domicilio.
Pero no solo de revistas
está compuesta su formidable muestra. “De repente, empecé a juntar cualquier
tipo de objetos, desde muñequitos hasta partituras de tango, desde carnets
hasta banderines. Cualquier cosa referida a San Lorenzo servía para agrandar mi
colección. Así, la obsesión fue creciendo con el paso del tiempo”, explica. Y
se confiesa: “Esto es como uno droga: entrás y no salís más”.
Reliquias
Uno de los rubros que
más impacto generan cuando estás en su vivienda es el de las fotos. “Todas
originales” –aclara- hay algunas jamás vistas que erizan la piel de todo aquel
que llegue a su casa. Entre esas, relucen dos del Viejo Gasómetro que pocos
deben conocer de su existencia. Una permite ver al viejo estadio desde un plano
aéreo y, la otra, está tomada desde la propia Avenida La Plata, desde unas tres
cuadras para el lado de Rivadavia, en la época en que la estación de servicio
de Inclán aún era una ESSO. También, se destacan dos imágenes de Lorenzo Massa:
una muestra al fundador dando el puntapié inicial de un partido en Tierra Santa
y, la otra, es del día de su muerte, y se aprecia su féretro rodeado por Los
Forzosos de Almagro.
Hay otras perlitas que
merecen ser mencionadas: El pañuelo de la Negra Petronila (“Único en el
mercado”, según Martín), la primera mujer que se hizo famosa por seguir al
Ciclón a todas partes y que solía frecuentar la parte baja del sector mujeres
del Gasómetro; un ticket del partido Valencia-San Lorenzo, de aquella famosa
gira a España en 1946/1947; y un ¡carnet social de Jacobo Urso! Sí, leyó bien,
un carnet, estilo librito, de quien se convirtió en héroe de los cuervos por
dejar su vida por la azulgrana. Así, podríamos seguir describiendo objetos
hasta la edición 246.
Orgullo, historia y ¿herencia?
“Esto no tiene precio,
ponerle un valor comercial es imposible. Es un tesoro que tiene que ver con lo
sentimental, con el orgullo, con la pasión. Solo el hincha es capaz de hacer
algo así. Yo no lo cambio ni por la plata que se te ocurra. No sé qué haría si
un día tengo las paredes en blanco, antes de ver eso me pego un tiro o me tiro
por la ventana”.
De antemano imaginábamos
cuál sería la respuesta, pero la pregunta ¿Qué valor tiene tu colección? había
que hacerla de todas maneras. Sus palabras lo resumen todo. Y no esperábamos
oír otra cosa de un fanático que se levanta, desayuna, almuerza, merienda, cena
y se acuesta viendo imágenes de San Lorenzo. Es vivir y convivir con la
historia del club. Probablemente, la mejor manera de conocerla. “Aprendí mucho
leyendo revistas, analizando cada imagen, investigando quién era el jugador de
una foto, el personaje de otra…”, cuenta, al tiempo que admite que siempre se
sintió atrapado “por saber todo sobre los primeros años del club”. A la hora de
destacar un equipo, se queda con el de 1914, ya que, según él, “cerró un ciclo
que comenzó en 1908 y nos instaló en Primera”. Y si de ídolos se trata, no duda
en mencionar a “Lángara”. “Llegó y le metió cuatro a River, hizo un lío
bárbaro”, justifica su elección, aunque no lo haya visto jugar.
Martín jamás se puso a
pensar qué sería de su vida sin su colección, a la que le dedicó, justamente,
gran parte de su vida. Pero también es consciente de que algún día él no va a
estar y su fortuna pasional deberá tener un destino. “Por ahora, solo lo disfruto
y no pienso mucho en lo que pueda venir”, avizora. Una linda alternativa, al
menos sugerida desde esta revista, sería que su colección forme parte de un
gran museo ubicado debajo del futuro estadio que se montará sobre Avenida La
Plata. Sería, quizás, el destino perfecto para el tesoro más preciado de su
vida. Nada menos que en Tierra Santa, ese lugar que él mamó “desde que tenía
cinco años”. Justó ahí, debajo de esa cancha que se levantará gracias al
esfuerzo de miles de cuervos que, como él (1m²), aportaron pusieron su corazón
para que la utopía se convierta en realidad.
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