En las calles de Once, un empelado de Cliba lleva en su carro un hermoso escudo de San Lorenzo. Recibe muchos elogios de otros sanlorencistas pero también algún que otro insulto de hinchas de otros equipos. Te contamos la historia de un verdadero “Cuervo de ley”.
Por Gastón García
El despertador estalla a las cuatro y media de la mañana. El hombre remolonea en su cama pero se levanta para arrancar un nuevo día. Se toma unos mates y antes de ir a la parada del 146, el bondi que lo acerca a su trabajo, pasa por la habitación de su hija, Candela Abigail, a quien le deja un cálido beso en su mejilla. Mario Leonel Rodríguez, un cuervo de 48 años que vive en el Fuerte Apache, cumple esa rutina religiosamente de lunes a sábados, desde hace doce años. Hasta acá, la historia no deja de ser una más de la de cualquier trabajador y poco tiene que ver con esta revista. Sigamos, entonces. Mario es empleado de Cliba, una empresa encargada de la recolección de residuos y limpieza de la Capital Federal. Su tarea: levantar cada papelito, lata, cartón, tela o lo que haya tirado en las calles. Su recorrido: el radio que abarca Corrientes , Ayacucho, Córdoba y Pasteur, que le demanda entre cuatro y cinco horas cumplimentarlo. Antes de empezar a dejar limpia la ciudad, Mario debe pasar por la base de la empresa donde están guardadas las herramientas de su trabajo. Y es acá, donde el relato se empieza a teñir de azulgrana. Para desempeñar sus tareas necesita un escobillón, una pala, un pinché y, obviamente, un “carro” donde depositar todo eso que junta del piso. Simpáticamente, un escudo de San Lorenzo de unos 60 centímetros de alto, pintado a la perfección sobre una chapa, adorna ese carrito. Bien diseñado, reluciente y brilloso, la insignia del Ciclón es paseada por este laburante por las calles porteñas de Buenos Aires. Y, creanos, no pasa para nada desapercibido. “La gente que anda por acá, siempre me grita algo”, cuenta Mario, feliz por saber que su historia va a salir en una revista cuerva y se la podrá mostrar, con orgullo, a su hija Candela, otra cuervita como papá. “Grande Cuervo”, “Qué buen escudo”, “Aguante el Ciclón”, son algunos de los elogios que le llueven a Mario. Pero, folclore futbolístico de por medio, también llegan de los otros gritos, esos provenientes de hinchas de otros cuadros. El más común es “Cuervo botón”, dice y además aclara que siempre los recibe con “buena onda”. A la hora de explicar por qué decidió poner el escudo en su carro, Mario no duda: “Un día vine a trabajar con la camiseta de San Lorenzo (después del 8M con River por la Copa) y me enganchó un supervisor, que me dijo que no lo haga más. Entonces, se me ocurrió mandar a hacer un escudo porque para mí es un orgullo pasear los colores de San Lorenzo por la ciudad”. Dicen que era Gallina, el resentido que le pegó el reto. Así es la historia de este trabajador, que anda por las calles del barrio de Once, con la satisfacción de mostrarle a todo el mundo que él, “es fanático del Ciclón”. “Es un buen tipo, muy laburador”, admiten desde “La Esquina”, un bar en Tucumán y Pasteur, donde Mario comparte el cafecito de cada matina, con charla futbolera de por medio.
Ahí va el cuervo Mario, levantando papelitos por la ciudad hasta dejarla limpia. Pero no tan reluciente como ese hermoso escudo de San Lorenzo, que cuelga de su carrito recolector. Así se fue una nueva historia azulgrana, una más de un verdadero “Cuervo de ley”.
Por Gastón García
El despertador estalla a las cuatro y media de la mañana. El hombre remolonea en su cama pero se levanta para arrancar un nuevo día. Se toma unos mates y antes de ir a la parada del 146, el bondi que lo acerca a su trabajo, pasa por la habitación de su hija, Candela Abigail, a quien le deja un cálido beso en su mejilla. Mario Leonel Rodríguez, un cuervo de 48 años que vive en el Fuerte Apache, cumple esa rutina religiosamente de lunes a sábados, desde hace doce años. Hasta acá, la historia no deja de ser una más de la de cualquier trabajador y poco tiene que ver con esta revista. Sigamos, entonces. Mario es empleado de Cliba, una empresa encargada de la recolección de residuos y limpieza de la Capital Federal. Su tarea: levantar cada papelito, lata, cartón, tela o lo que haya tirado en las calles. Su recorrido: el radio que abarca Corrientes , Ayacucho, Córdoba y Pasteur, que le demanda entre cuatro y cinco horas cumplimentarlo. Antes de empezar a dejar limpia la ciudad, Mario debe pasar por la base de la empresa donde están guardadas las herramientas de su trabajo. Y es acá, donde el relato se empieza a teñir de azulgrana. Para desempeñar sus tareas necesita un escobillón, una pala, un pinché y, obviamente, un “carro” donde depositar todo eso que junta del piso. Simpáticamente, un escudo de San Lorenzo de unos 60 centímetros de alto, pintado a la perfección sobre una chapa, adorna ese carrito. Bien diseñado, reluciente y brilloso, la insignia del Ciclón es paseada por este laburante por las calles porteñas de Buenos Aires. Y, creanos, no pasa para nada desapercibido. “La gente que anda por acá, siempre me grita algo”, cuenta Mario, feliz por saber que su historia va a salir en una revista cuerva y se la podrá mostrar, con orgullo, a su hija Candela, otra cuervita como papá. “Grande Cuervo”, “Qué buen escudo”, “Aguante el Ciclón”, son algunos de los elogios que le llueven a Mario. Pero, folclore futbolístico de por medio, también llegan de los otros gritos, esos provenientes de hinchas de otros cuadros. El más común es “Cuervo botón”, dice y además aclara que siempre los recibe con “buena onda”. A la hora de explicar por qué decidió poner el escudo en su carro, Mario no duda: “Un día vine a trabajar con la camiseta de San Lorenzo (después del 8M con River por la Copa) y me enganchó un supervisor, que me dijo que no lo haga más. Entonces, se me ocurrió mandar a hacer un escudo porque para mí es un orgullo pasear los colores de San Lorenzo por la ciudad”. Dicen que era Gallina, el resentido que le pegó el reto. Así es la historia de este trabajador, que anda por las calles del barrio de Once, con la satisfacción de mostrarle a todo el mundo que él, “es fanático del Ciclón”. “Es un buen tipo, muy laburador”, admiten desde “La Esquina”, un bar en Tucumán y Pasteur, donde Mario comparte el cafecito de cada matina, con charla futbolera de por medio.
Ahí va el cuervo Mario, levantando papelitos por la ciudad hasta dejarla limpia. Pero no tan reluciente como ese hermoso escudo de San Lorenzo, que cuelga de su carrito recolector. Así se fue una nueva historia azulgrana, una más de un verdadero “Cuervo de ley”.
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