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miércoles, 21 de octubre de 2009

La columna del Hermano Cuervo

Cambia, todo cambia...

Por Eduardo Bejuk

Entre las cosas que debía cumplir antes de que expire mi cuerva vida, ya saldé una. Me queda ganar la Copa Libertadores (y recorrer diversos estadios de fútbol con un aerosol en la mano) y ganarles 8-1 a los primogénitos de La Boca (el octavo gol, en offside). Pero, la verdad, cantarle “a la promoción, a la promoción” a los plumapálidos de Núñez supone una misión cumplida en esta Tierra, perlita más que se suma al atroz 2-2 del 8 de mayo y a las cinco pepas que les propinamos en el Nuevo Gasómetro. Para los que nos criamos en la década del 80 --y sufrimos las más diversas decepciones contra las aves de escaso vuelo-- el canto hiriente nos redime y reconforta. Desde la cima de la tabla de promedios, los saludamos, deseándoles la mejor suerte si les toca un cruce contra Atlético Rafaela.

Dicho esto, miramos hacia delante. Y vaya si nos cambió el panorama. A lo San Lorenzo: estábamos en el horno (soportando un plantel repudiado y que no lograba identificarse con el hincha) y ahora nos ilusionamos en dos frentes. El equipo no brilla, pero gana. Por ahí regala el primer tiempo, pero parece invencible en la parte final (donde saca las diferencias, en base a un notable rendimiento físico y una enorme entereza mental). Tiene experiencia y a la vez se nutre de pibes. Y empieza a reconciliar a sus jugadores con la masa popular: volvió el Riveeeeee que convirtió al Burrito en un preferido; hace rato que nadie se la agarra con Bottinelli (y toco madera); Romeo tiene el olfato del 2001 y la idolatría de un consagrado; y hasta Migliore, tan resistido al principio, escucha tibios y merecidos aplausos.

De pronto, la cancha se llena de expectativa, los Hermanos Cuervos revientan los teléfonos de Buquebus para ir al partido de la Sudamericana y nadie llora al tal Gonzalo Bergessio. Qué locura. Falta mucho, pero uno arriesga que vamos a estar en la conversación en los dos torneos. Como nos gusta. Como tiene que ser.

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