El pasado 27 de julio falleció Ángel Spadafore, un emblema del Ciclón. Angelito tenía 100 años y pasó casi toda su centenaria vida ligado a San Lorenzo. Conoció al Padre Lorenzo Massa, jugó al fútbol en el Oratorio San Antonio, fue jugador en las Inferiores y masajista durante casi 50 años. Ahora, se transformó en leyenda.
¿Existe la vida después de la muerte? Mamita, qué tema. Allí están las diferentes religiones tratando de convencer a los seres humanos de lo maravilloso que será el mundo después del último viaje si se afilian a su Dios. Y también están aquellos que creen que cuando suena el pitazo final se acaba el juego y listo. Chau, gracias totales, “úsenme de perchero o regalen mi riñón”, como cantaban los Caballeros de la Quema.
Sin embargo, los que sí existen son los hombres inmortales. Son aquellos que han tenido una vida tan trascendente y productiva que hasta la muerte se saca el sombrero delante de ellos. Es el caso, sin dudas, de Ángel Spadafore, que falleció el pasado 27 de julio, luego de vivir 100 años, la gran mayoría de ellos junto a San Lorenzo de Almagro. Angelito no necesita presentación para la comunidad cuerva. Pero esta revista le llega a hinchas muy jóvenes, a periodistas que no necesariamente están obligados a conocer la historia azulgrana y, a veces, hasta a hinchas de otros clubes.
A todos ellos, hay que contarles que Angelito fue (y es) un símbolo de San Lorenzo. Que conoció al Padre Lorenzo Massa. (“Nos dejaba jugar a la pelota si antes íbamos a misa”, recordó en una entrevista concedida a La Revista del Ciclón en 2003). Que jugó al fútbol en el mismo lugar que lo hicieron los Forzosos. Que llegó a jugar hasta en la Reserva del Ciclón, en los tiempos del Amateurismo. Que vio jugar a todas las glorias azulgranas. De Carricaberry a Sanfilippo. De Urso a Villar. De Martino a Scotta… Sí, a todos. Incluso, muchos de ellos pasaron por sus manos, ya que desde 1958 hasta no hace mucho, mientras el físico se lo permitió, fue masajista de los planteles de Primera División y de las categorías menores.
“Es un gran aliciente para mí que la gente de San Lorenzo me recuerde, que me tengan presente, que me hagan notas, eso significa que uno es una buena persona. Eso es lo más importante de todo”, le expresó con humildad a este medio en otra ocasión.
Angelito (nunca mejor puesto un nombre) se fue al cielo azulgrana. Allí se juntó con el cura Lorenzo, con Jacobo Urso, con Rinaldo Martino y con unos cuantos cuervos inmortales más. Claro, ya no es jugador, ni masajista. Ahora es una leyenda. Para siempre.
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