Que el sentimiento no se termine
Por Gastón García
Es triste la realidad que le toca vivir hoy a nuestro querido San Lorenzo. Créame que estuve sentado frente a la computadora durante más de media hora sin saber qué escribir, por dónde empezar. Obnubilado, preferí cerrar los ojos por unos minutos y me empezaron a revolotear imágenes, situaciones, jugadores, pensamientos de amigos (cuervos, claro está), y tristemente eran una sucesión de pálidas. Una tras otra. De vez en cuando, aparecía algo tibiamente positivo, pero que nunca termina siendo suficiente para compensar semejante frustración.
Claro, habían pasado apenas horas del partido que el Ciclón había perdido contra uno de los peores ejemplares que haya tenido River en su historia, que la mayoría de las cosas que veía con los ojos cerrados se retrotraían al Monumental. ¿Qué veía? La apatía del paraguayo Torres. La lentitud y mediocridad de Leiva (parece que estuviera jugado en una plaza). La inercia del Papu Gómez (¿cómo puede jugar tan mal ese pibe?). El desgano de Menseguez (dio la impresión de que entró a la cancha sonámbulo). La indiferencia de Romagnoli (¡qué bronca me da tener la sensación de que el Pipi se está ganado la plata de manera indebida!). Y encima, también recordaba los dos cabezazos de Botinelli (uno en el travesaño). La bocha que la sacan en la línea a Bordagaray. El llanto de Aguirre que se rompió al talón de Aquiles. El gol de River. El enmudecido Monumental que de repente deja de chiflar a sus jugadores y empieza a cacarear y ¡la puta que los parió, che! Parece que estuviésemos meados por los perros.
Como si sirviera como un pequeño consuelo, también me llegan a la mente las imágenes del Kily González y del Burrito Rivero. Por eso, salen unas merecidas líneas para ellos, como para contrarrestar a tanta malaria. Como dirían nuestros viejos, “hay que sacarse el sombrero” por la profesionalidad con que juega al fútbol el Kily. Debo reconocer que jamás fue santo de mi devoción pero el tipo demostró (y me demostró) que juega al fútbol porque lo siente y que a diferencia de otros, le corre sangre por sus venas, sobre todos cuando las papas queman. De Rivero lo único que le puedo decir es que hoy en día es del único jugador de San Lorenzo que me gustaría tener su camiseta. Porque con todo lo que pone ese muchacho, me deja la sensación de que aún hay algunos jugadores que dejan hasta la última gota de sudor por la gloriosa casaca azulgrana.
Pero Rivero y el Kily no son suficiente consuelo cuando uno vuelve a recordar todo lo demás que ocurre en San Lorenzo. Porque ahí de inmediato viene la imagen del técnico y el ánimo se nos cae por el piso nuevamente. A la hora de reflexionar sobre el DT, ya no quedan dudas de que su ciclo en San Lorenzo está terminado. Y si bien no creo que el Cholo sea el máximo responsable de la situación actual (se las tuvo que arreglar con lo que hay), es evidente que tiene su responsabilidad y que parece casi imposible que le encuentre la vuelta al equipo. Nunca encontró un esquema de juego, no supo valorizar a ciertos jugadores (como Bordagaray que fue de lo mejorcito y no lo bancó en la titularidad), y encima, como a muchos de los que últimamente deambulan por Boedo, se le salió la cadena con la gente al gritarle un gol en la cara a los “terribles” cuervos de la Platea Norte. Así, las cosas ya no van más y esperemos que el Cholo tenga la capacidad de entenderlo y sepa dar un paso al costado en el momento justo.
Después de un largo rato, abro los ojos y, antes de empezar a escribir todo esto, recuerdo algo que en los últimos días varios cuervos, de esos que jamás faltan y que son de ley, me comentaron al pasar: “esta situación me saca las ganas de ir a la cancha”. Y ahí me preocupo más que nunca. Porque siento que últimamente el único valor agregado que tiene San Lorenzo es su gloriosa hinchada. Y si empezamos a perder eso también, ahí sí que vamos a estar mal de verdad. Espero que todos los cuervos entendamos que a pesar de esta triste realidad, como dice esa canción, “el sentimiento no se termina”. Abrazo, cuervos.
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