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domingo, 28 de marzo de 2010

La columna del Hermano Cuervo

La tristeza de nuestros ojos

Por Eduardo Bejuk

Los ciclos, en San Lorenzo, en la vida, se van terminando. Algunos dejan su marca. Otros, se pierden en el olvido. El propio Diego Simeone adelantó que su ciclo en este club podría terminarse esta tarde, si el resultado contra Colón es adverso. Si así fuera (ojalá que no, por supuesto), habremos despedido a un técnico que llegó para revolucionar, dejar un sello, probar que está para ser el próximo DT de la Selección… y qué diferente es el panorama que deja.

Incluso con el resistidísimo Russo habrá que conceder que vivimos ratos de felicidad, gran fútbol, toque y gol y que, en la fría estadística, terminamos arriba de todos en la tabla de posiciones. Con Simeone, en cambio, se hace muy difícil recordar qué partido jugamos bien en serio, qué estilo intentó plasmar en la cancha y apenas nos queda aquel arranque favorable en el Apertura anterior, cuando llegamos a la punta y desde ahí comenzó el declive total.

En relación a la expectativa creada y a los resultados obtenidos, el ciclo Simeone supone una gran decepción. ¿Qué pasó? ¿Por qué nunca encontró 11 ó 13 jugadores para armar una estructura sólida? ¿Por qué cambió tanto de esquemas tácticos? ¿Por qué no pudo imprimirle su sello ganador y corajudo a los jugadores? ¿Por qué nunca hubo juego colectivo o sociedades en el campo de juego? ¿Tenemos menos plantel que Independiente, por ejemplo? No me parece un mal técnico, sí creo que le falta madurar. Y esta experiencia, que seguro vive con enorme frustración (la apatía de su equipo debe ser el pecado que menos perdona el Cholo) lo dejará tan marcado como el último puesto con River.

Mientras, San Lorenzo nos duele. Nos golpea. Nos desanima. Y nos hace preguntar quién tendrá la solución para salir de este momento, de los más tristes que se recuerden en los últimos tiempos. Estoy triste por San Lorenzo. Triste posta. Los dirigentes no parecen muy orientados, para decirlo de algún modo. Y repito: así nos va. Qué tristeza...

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