Un sufrimiento que no puede parar
El presente de San Lorenzo es doloroso. El ánimo de los hinchas está alterado. El equipo se quedó afuera de la pelea bastante antes de la mitad del torneo. Inadmisible. Ni siquiera gritamos goles y hasta la suerte nos da la espalda. No es el único culpable, pero el ciclo del Cholo Simeone en el club se ha terminado. Una pena.
Por Jorge Fuentes
Por dónde empezamos. Si les parece, podemos arrancar reuniendo la gran cantidad de preguntas que nos hacemos los cuervos cada vez que vemos un partido de San Lorenzo, y para las cuales no tenemos respuesta alguna. Aquí van: ¿A qué juega este equipo? ¿Por qué lo hace tan mal? ¿Cómo puede ser que haya hecho sólo dos goles en siete partidos? ¿Cuál es la idea futbolística de Simeone? Papu Gómez, ¿es o se hace? ¿Y Aureliano? ¿En serio va a jugar un Mundial? ¿Cuántos jugadores mejores que Leiva hay en la popular de San Lorenzo? ¿Por qué Menseguez siempre se cae? ¿Por qué Romagnoli ni siquiera le pega bien a la pelota parada? ¿Por qué, encima, ni la suerte nos acompaña? ¿Cuándo se terminará todo esto? ¿Cómo terminará todo esto?
Así uno podría seguir hasta el final de la nota. Las preguntas sin respuestas sobran en San Lorenzo. Y el dolor y el sufrimiento, también. Pero es la realidad que nos toca. Y no nos queda otra que asumirla y afrontarla. Al comenzar esta fecha, el Ciclón estaba decimosexto en la tabla, a ocho del líder ¡Godoy Cruz! y a tres de los últimos, Central y Atlético Tucumán. O sea que, haciendo el cálculo más pesimista, hasta podríamos quedar últimos dentro de un rato, de acuerdo a cómo le haya ido ayer al Decano. Porque si los tucumanos vencieron a Banfield (algo difícil, pero nada imposible) alcanzaría al Ciclón. Y si perdemos contra Chacarita y luego el Canalla le gana a Gimnasia en el Bosque, el equipo de Cuffaro Ruso también lo haría. Hasta este punto hemos llegado: a mirar contra quién juegan los que están en el sótano de la tabla.
Un problema de fondo
Los malos resultados del Ciclón no son sorpresivos. Son la confirmación de que las cosas se están haciendo mal en varios aspectos. Alguno podrá argumentar que si San Lorenzo le ganaba a Racing y a River, como mereció hacerlo, no hablaríamos de estas cosas. Y tendrían razón. Quizás estaríamos pensando en dar el zarpazo hacia la punta y disfrutando por haberles cantado a los de Avellaneda y a los de Núñez, luego de ganarles, que “se van para la B”. Probablemente lo hagan igual, pero ese no es nuestro problema. Pero aún si el Ciclón se hubiera llevado los tres puntos en esos encuentros, nos estaríamos haciendo la misma pregunta que nos hacemos desde hace tiempo y que encabeza el cuestionario con el que se arranca esta nota: ¿A qué juega este equipo?
Está claro que Simeone no le dio una identidad a este San Lorenzo. A no ser que se entienda como identidad a un equipo que solo ataca con pelotazos de su arquero y de sus defensores para que los delanteros (o el delantero, según como se haya levantado ese día el Cholo) hagan lo que puedan. ¿Es Simeone el único responsable de este momento? Quedó dicho en la bajada de este artículo que no lo es. Los dirigentes y los jugadores también colaboraron bastante para llegar a esta situación.
Los directivos porque siguen sin bajar una línea clara al técnico y al plantel. Todos hacen lo que quieren sin que nadie “de arriba” les diga algo. Así, Simoene hace traer a Rusculleda para que ocupe un lugar en la platea. O se empecina en traer a Alfaro cuando, después de mucho tiempo, aparecía en el club un juvenil (Rovira) con una proyección a futuro más que interesante. Pero no, en una maniobra que nadie aclaró todavía, el pibe de la cantera azulgrana se fue a hacer goles a La Serena (ya hizo varios) y el club chileno podrá quedárselo si pone 500 mil dólares, una cifra bastante escueta teniendo en cuenta los números que se manejan en el fútbol internacional.
Esto no es algo en contra de Alfaro, para nada. El uruguayo, pobre, le pone ganas, se esmera, corre a todos, recibe de espaldas al arco y con dos o tres defensores respirándole en la nuca y raspándole los tobillos. Así, va a ser imposible que se luzca. Por más condiciones que tenga.
Los jugadores, dijimos, también tienen gran parte de responsabilidad por este momento. Ya se coló en esta nota algún que otro palo para ellos. No es culpa de Simeone que Bottinelli se haya hecho expulsar como lo hizo contra Racing. Tampoco puede apuntársele al DT cuando se ve a jugadores errando pases de tres metros. Si, quizás, el técnico no haya sabido sacarles lo mejor ni ubicarlos correctamente en la cancha, pero los futbolistas son los que tienen que resolver a la hora de entrar a la cancha. Y varios de los que usaron la camiseta azulgrana en este torneo lo hicieron bastante mal.
Un negro porvenir
Se intentó recurrir un fetiche para que cambie la mano. Por eso, San Lorenzo jugó los dos últimos partidos con la camiseta alternativa oscura, porque “nunca se perdió cuando jugó con la negra”. La derrota ante River, al menos, acabó con esa boludez. Nos queda el consuelo de que volveremos a ver a San Lorenzo vestido de San Lorenzo…
No es bueno lo que viene para el Ciclón. Sin chances de pelear por el título, cualquier derrota derivará en un foco de conflicto. La gente, que bastante bien la viene llevando, en algún momento va a exteriorizar su bronca. Es de esperar que lo haga civilizadamente y que no haya que volver a vivir hechos como el de aquel 2-4 con Quilmes, en 2006. Y también es de esperar que Simeone se dé cuenta de que no hay que dejar que la situación se extienda demasiado. Cuando la cosa no va, no va. Y este San Lorenzo, así, no va a ningún lado. O peor, se está yendo a… otro lado del que debería ir
El presente de San Lorenzo es doloroso. El ánimo de los hinchas está alterado. El equipo se quedó afuera de la pelea bastante antes de la mitad del torneo. Inadmisible. Ni siquiera gritamos goles y hasta la suerte nos da la espalda. No es el único culpable, pero el ciclo del Cholo Simeone en el club se ha terminado. Una pena.
Por Jorge Fuentes
Por dónde empezamos. Si les parece, podemos arrancar reuniendo la gran cantidad de preguntas que nos hacemos los cuervos cada vez que vemos un partido de San Lorenzo, y para las cuales no tenemos respuesta alguna. Aquí van: ¿A qué juega este equipo? ¿Por qué lo hace tan mal? ¿Cómo puede ser que haya hecho sólo dos goles en siete partidos? ¿Cuál es la idea futbolística de Simeone? Papu Gómez, ¿es o se hace? ¿Y Aureliano? ¿En serio va a jugar un Mundial? ¿Cuántos jugadores mejores que Leiva hay en la popular de San Lorenzo? ¿Por qué Menseguez siempre se cae? ¿Por qué Romagnoli ni siquiera le pega bien a la pelota parada? ¿Por qué, encima, ni la suerte nos acompaña? ¿Cuándo se terminará todo esto? ¿Cómo terminará todo esto?
Así uno podría seguir hasta el final de la nota. Las preguntas sin respuestas sobran en San Lorenzo. Y el dolor y el sufrimiento, también. Pero es la realidad que nos toca. Y no nos queda otra que asumirla y afrontarla. Al comenzar esta fecha, el Ciclón estaba decimosexto en la tabla, a ocho del líder ¡Godoy Cruz! y a tres de los últimos, Central y Atlético Tucumán. O sea que, haciendo el cálculo más pesimista, hasta podríamos quedar últimos dentro de un rato, de acuerdo a cómo le haya ido ayer al Decano. Porque si los tucumanos vencieron a Banfield (algo difícil, pero nada imposible) alcanzaría al Ciclón. Y si perdemos contra Chacarita y luego el Canalla le gana a Gimnasia en el Bosque, el equipo de Cuffaro Ruso también lo haría. Hasta este punto hemos llegado: a mirar contra quién juegan los que están en el sótano de la tabla.
Un problema de fondo
Los malos resultados del Ciclón no son sorpresivos. Son la confirmación de que las cosas se están haciendo mal en varios aspectos. Alguno podrá argumentar que si San Lorenzo le ganaba a Racing y a River, como mereció hacerlo, no hablaríamos de estas cosas. Y tendrían razón. Quizás estaríamos pensando en dar el zarpazo hacia la punta y disfrutando por haberles cantado a los de Avellaneda y a los de Núñez, luego de ganarles, que “se van para la B”. Probablemente lo hagan igual, pero ese no es nuestro problema. Pero aún si el Ciclón se hubiera llevado los tres puntos en esos encuentros, nos estaríamos haciendo la misma pregunta que nos hacemos desde hace tiempo y que encabeza el cuestionario con el que se arranca esta nota: ¿A qué juega este equipo?
Está claro que Simeone no le dio una identidad a este San Lorenzo. A no ser que se entienda como identidad a un equipo que solo ataca con pelotazos de su arquero y de sus defensores para que los delanteros (o el delantero, según como se haya levantado ese día el Cholo) hagan lo que puedan. ¿Es Simeone el único responsable de este momento? Quedó dicho en la bajada de este artículo que no lo es. Los dirigentes y los jugadores también colaboraron bastante para llegar a esta situación.
Los directivos porque siguen sin bajar una línea clara al técnico y al plantel. Todos hacen lo que quieren sin que nadie “de arriba” les diga algo. Así, Simoene hace traer a Rusculleda para que ocupe un lugar en la platea. O se empecina en traer a Alfaro cuando, después de mucho tiempo, aparecía en el club un juvenil (Rovira) con una proyección a futuro más que interesante. Pero no, en una maniobra que nadie aclaró todavía, el pibe de la cantera azulgrana se fue a hacer goles a La Serena (ya hizo varios) y el club chileno podrá quedárselo si pone 500 mil dólares, una cifra bastante escueta teniendo en cuenta los números que se manejan en el fútbol internacional.
Esto no es algo en contra de Alfaro, para nada. El uruguayo, pobre, le pone ganas, se esmera, corre a todos, recibe de espaldas al arco y con dos o tres defensores respirándole en la nuca y raspándole los tobillos. Así, va a ser imposible que se luzca. Por más condiciones que tenga.
Los jugadores, dijimos, también tienen gran parte de responsabilidad por este momento. Ya se coló en esta nota algún que otro palo para ellos. No es culpa de Simeone que Bottinelli se haya hecho expulsar como lo hizo contra Racing. Tampoco puede apuntársele al DT cuando se ve a jugadores errando pases de tres metros. Si, quizás, el técnico no haya sabido sacarles lo mejor ni ubicarlos correctamente en la cancha, pero los futbolistas son los que tienen que resolver a la hora de entrar a la cancha. Y varios de los que usaron la camiseta azulgrana en este torneo lo hicieron bastante mal.
Un negro porvenir
Se intentó recurrir un fetiche para que cambie la mano. Por eso, San Lorenzo jugó los dos últimos partidos con la camiseta alternativa oscura, porque “nunca se perdió cuando jugó con la negra”. La derrota ante River, al menos, acabó con esa boludez. Nos queda el consuelo de que volveremos a ver a San Lorenzo vestido de San Lorenzo…
No es bueno lo que viene para el Ciclón. Sin chances de pelear por el título, cualquier derrota derivará en un foco de conflicto. La gente, que bastante bien la viene llevando, en algún momento va a exteriorizar su bronca. Es de esperar que lo haga civilizadamente y que no haya que volver a vivir hechos como el de aquel 2-4 con Quilmes, en 2006. Y también es de esperar que Simeone se dé cuenta de que no hay que dejar que la situación se extienda demasiado. Cuando la cosa no va, no va. Y este San Lorenzo, así, no va a ningún lado. O peor, se está yendo a… otro lado del que debería ir
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