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jueves, 14 de noviembre de 2013

Soy el Gasómetro

Soy el Gasómetro. Luego, existo. Y existiré por siempre, con cara de nene y arrugas de viejo. Porque los fierros –como las copas– se oxidan; y los tablones quizás se pudran, y las baldosas quizás se rompan, y el pasto quizás se seque. Pero a mi alma –que es mi pueblo loco azulgrana delirante de la cabeza– la sé infinita, un planeta que gira sobre una utopía, un río que inunda una plaza y la rebalsa, un grito de los que bailan, de fiesta y en pedo, sabiendo que vamo’ a volver a Boedo.

Soy el Gasómetro. Una leyenda. El primer estadio de la Selección. El primero de la tele. El Wembley porteño. La pista de baile de Farro-Pontoni-Martino (con el Papa Francisco en la tribuna), el patio de juegos del Nene Sanfilippo, el dulce barro donde chapoteaban los Carasucias y el Woodstock donde los Matadores se juntaban a tocar, en paz y amor con el mejor fútbol.

Soy el Gasómetro. Una fiesta. Un carnaval. La guitarra de Santana, el bandoneón de Troilo, la poesía de un empedrado ya sin tranvía, una luna perfecta de mil amores, las caravanas del Ascenso que nadie supo imitar, el sueño descolgado de aquel 79, cuando trajiste a tu hijo a la despedida, que creyeron adiós pero será hasta pronto.

Porque vuelvo, muchachos, ya sé que vuelvo. Gracias a ustedes, que soy yo mismo. Les cuento el futuro, yo que conjuré el pasado: hay pibes, hay grandes, hay chicas, hay madres, sosteniendo las banderas y rezándole al Padre Lorenzo; hay humo de choris y porciones de pizza, masticadas de apuro porque el aire ya huele a papelitos, a cintas blancas, al bombo del miralá que linda viene, miralá qué linda va, ruge la popu, dale Ciclón, resuena mi nuevo cemento tan raro, y soy feliz, feliz de que te subas, feliz de que te cuelgues de mi alambrado, feliz de aprenderme las canciones más lindas del fútbol mundial, Cuervo que me acariciás de ingenio, Cuerva que me amás como a un novio, dale Ciclón, dejá la vida, y dejá mil surcos de tantas vueltas que pensamos dar de la mano, vos y yo, en fiel avalancha, usted que me conocía, vos que aprendiste a soñarme.
  

Soy el Gasómetro, ¿sabés de qué barrio? Del glorioso barrio de Boedo; soy el Gasómetro, piel de San Lorenzo, el único sueño concebido por el hombre que puede verse desde el Universo.