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lunes, 3 de mayo de 2010

San Lorenzo - Boca (Pág. 8 y 9)

Por Gastón García
Un robo a la vista de miles de turistas
San Lorenzo perdió en la Bombonera pura y exclusivamente por culpa del planteo mezquino que planificó el técnico aprendiz Sebastián Méndez. A pesar de eso, una vez más un árbitro le metió la mano en el bolsillo a los cuervos. Esta vez fue Gabriel Favale, quien no le concedió dos alevosos penales al Ciclón, que además de los miles de turistas que estaban en la Bombonera, lo vieron hasta los habitantes del planeta Marte. Esta historia ya la conocemos. Pero quédense tranquilos, que aunque sigan robando para la corona, como nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán…

Si existiera un Diccionario del Fútbol, al verbo llorar le correspondería una definición más o menos así: “excusa que es utilizada por los miembros de un club, ya sean jugadores, dirigentes o hinchas, para responsabilizar de la derrota de su equipo a factores externos al juego del fútbol propiamente dicho. Generalmente, los más acusados suelen ser los árbitros”. Y no sería para nada descabellada. Porque cuando esos jugadores, dirigentes o hinchas aducen que una derrota fue producto de desaciertos arbítrales que perjudicaron a su equipo, no están haciendo más que justificar o responsabilizar a un tercero por lo que no pudieron plasmar en el campo de juego.
Si nos enfocamos en el clásico que se jugó el domingo pasado en la Bombonera, nos encontramos con un ejemplo que claramente grafica esta situación. San Lorenzo no perdió en la Boca por los horrores del juez Gabriel Favale, sino por (des)méritos propios. El Ciclón se fue derrotado de la casa de su hijo mayor porque su proyecto de técnico, Sebastián Méndez, planteó de movida un esquema extremadamente mezquino. Un 4-4-2 escasamente agresivo, que recién después de regalar los primeros 45 minutos, y con el equipo en desventaja, comprendió que si los delanteros están en Usuahia y el resto de los jugadores en la Quiaca, es imposible que haya conexión entre ellos y, por ende, muy difícil que puedan hilvanar alguna situación de peligro, como ocurrió precisamente siete días atrás. Dio la sensación de que ni Méndez, ni el Nano Areán y mucho menos Patricio Camps, recordaron que San Lorenzo es el padre centenario de Boquita, que toda la vida le causó muchos dolores de cabeza a los xeneizes y que es el equipo que más veces se fue con una sonrisa de la Bombonera, dato este último que no es para nada menor.
Al menos el DT azulgrana hizo mea culpa y tuvo el decoro de no caer en esa flaqueza de responsabilizar al árbitro por la derrota de su equipo, y fiel a su comportamiento como el futbolista que dejó de ser hace apenas unos meses, manifestó que él “nunca habló de los árbitros como jugador y menos lo hará ahora en esta función”. Eso se llama masticar la bronca para adentro, algo que también hicieron la mayoría de los players cuervos que a pesar de alguna protesta aislada, no le cayeron tan duro a Favale como, quizás, lo hubiera merecido.
Sin embargo los hinchas del Ciclón sí tenemos suficientes motivos para parar la pelota, meter un cambio de frente y hablar de un nuevo partido contra los xeneizes, que se vio salpicado por una injusticia arbitral, para decirlo de una manera suave, hacia San Lorenzo. Y van…
Antes de continuar con el robo, perdón, con el partido del último domingo, queremos dejar en claro que ésta no es una historia desconocida para los sanlorencistas. Es más, si recurrimos al archivo de esta revista y ojeamos la edición 188 del 23 de mayo de 2009, nos encontramos con una nota publicada por Jorge Fuentes que se titula “Una historia repetida”. En esas páginas se detallaron diez partidos (había más pero no daba el espacio) en los que San Lorenzo fue perjudicado groseramente jugando frente a Boca. Es más, ese informe había surgido a raíz de un escandaloso penal (ver foto) que días antes, no le concedieran a San Lorenzo luego de que el defensor xeneize, Forlín, desviara la pelota con un grotesco puñetazo que hasta habría sido apreciado por Joseph Blatter desde la sede de la FIFA, en Zurich. Pero sospechosamente, el único que no había visto ese manotazo de vóley había sido Federico Beligoy, el árbitro de aquella tarde. “Era penal y expulsión. Fue siga, siga…”, se cerraba aquel informe publicado el año pasado por esta revista.
Vaya casualidad, casi un año después Boca volvió a ser beneficiado. O quizás quede mejor decir que San Lorenzo volvió a ser perjudicado por un nuevo horror arbitral. Hubo algunos cambios, claro. Esta vez el juez no fue Federico Beligoy sino Gabriel Favale. El protagonista del la acción no fue el pibe Forlín sino el chileno Gary Medel. Y el escenario fue la Bombonera y no el Pedro Bidegain. Lo cierto es que a pesar de estas diferencias, hubo un hecho que fue prácticamente similar al ocurrido el 10 de mayo del año pasado. Cabezazo con destino de gol del Ciclón, el jugador de Boca para la pelota en la línea del arco con su mano derecha y Favale, que en el primer tiempo ya había ignorado un grosero agarrón de Muñoz a Palomino dentro del área, decidió ignorar. Era penal y expulsión. Pero volvió a ser “siga, siga”. Ah, hubo otras diferencias a lo ocurrido en 2009. Esta vez, además de que el penalazo de Gary Medel lo vieran Joseph desde Zurich, los 5000 cuervos desde la tercera bandeja visitante y, entre otros, Federico Beligoy desde el televisor de su casa, también lo pudieron apreciar los miles de turistas que estaban en la Bombonera. En síntesis, la vio todo el mundo menos Gabriel Favale, que fue sancionado por su pobre actuación y esta fecha no dirigirá. Ah, tampoco lo observaron Marcelo Araujo ni Julio Ricardo en la transmisión de TV, a pesar de que la imagen era más que elocuente. “La pelota busca al jugador”, coincidieron en el aire de Fútbol para todos…los de Boca.
Para terminar queremos decir que es verdad, los de San Lorenzo somos unos verdaderos llorones tal cual lo definiría esa imaginario Diccionario del Fútbol del que hablábamos al inicio de esta nota. Pero dándole un poquito más a la imaginación, la curiosidad nos hizo retroceder unas cuantas páginas, hasta la zona de la letra A y nos encontramos con la palabra Afano. Y curiosamente su definición decía así: “Lo que le suelen hacer a San Lorenzo cada vez que se enfrenta a Boca”.

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