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lunes, 19 de noviembre de 2012

Una noche de locos


Edición impresa 238 

La acelerada votación de la Ley de Restitución Histórica nos hizo vivir a los hinchas de San Lorenzo una de las noches más emocionantes de nuestras vidas. Acá, una crónica de una jornada inolvidable. A disfrutarla.

Por Jorge Fuentes

“Una luz en el horizonte”. Ese era el título de la nota que estaba escribiendo el jueves a la tarde/noche para esta edición de La Revista del Ciclón. El artículo era sobre el presente futbolístico del Ciclón, sobre la mejoría que había evidenciado el equipo desde la llegada de Juan Antonio Pizzi, pese a los pocos puntos sumados. Pero a las 16, cuando empezó en las redes sociales el runrun del adelanto de la votación en la Legislatura, el corazón empezó a latir fuerte y los dedos, a petrificarse. Apenas el índice derecho parecía funcionar correctamente. Pero solo era para apretar F5 y actualizar el twitter que tiraba informaciones de las más diversas. “Se vota hoy”. “Se pasa para el martes”. “¡Todos a la Legislatura!”. “No vengan a la Legislatura”. Imposible concentrarse en escribir una nota con semejante incertidumbre. Encima, Gastón, mi amigo y director de esta revista, estaba como loco llamando a la imprenta para que, por las dudas, se frene la impresión de la tapa, que tenía un 22N gigante. 

Las horas pasaban y las dudas aumentaban. Nos estábamos volviendo locos. ¿Qué hacemos? ¿Vamos a la Legislatura? ¿Seguimos haciendo la revista por si no se vota? Resolvimos seguir laburando hasta que se confirmara por sí o por no. Pero, en realidad, la única tecla que se apretaba seguía siendo la del F5. También hubo mensajes y llamados con amigos y dirigentes que estaban dentro del recinto. Todos nos decían cosas distintas. Sobraban las conjeturas y escaseaban las certezas. Ellos también se estaban volviendo locos. Con el paso de los minutos, los alrededores de la Legislatura se fueron poblando de cuervos. Todos locos. Eran cada vez más. Hasta que llegó el anuncio oficial: se vota hoy...

Ahora sí, a apagar la computadora, a manotear la Penalty con la publicidad de Medicorp, la misma que llevé a Rosario el 25 de junio de 1995, y a buscar a Gastón para irnos de San Justo para el Centro. Luego todo fue como meterse dentro de un sueño. Un sueño loco. Con miles de locos. Estacionamos el auto a una cuadra de la Legislatura, bajamos, y al toque nos abrazamos con unos cuervos que no conocíamos y que corrían hacia Perú al 100, como nosotros. Una cosa de locos. “¡50 a 0, Jorgito. Volvimos!”, me recibe Juan Foglia, amigazo que tuvo la suerte de estar laburando adentro del recinto, mientras nos fundimos en un abrazo de alas negras. “Abrazo de las negras”, eso es de Eduardito Bejuk. ¿Dónde está Edu? Lo llamo. No responde. Después me entero que, por laburo, tuvo que viajar a Coronel Suárez y que estuvo saltando solo en una plaza. Como un loco. Lo vuelvo a llamar. Me atiende y nos abrazamos. Como lo hicimos en el césped del Gigante de  Arroyito, en el 95, pero por teléfono. Sí, un abrazo por teléfono. Estamos locos...

Mi viejo, mi primo, mis hermanos, que no están ahí conmigo también están abrazándome. Parece loco, pero es así. Lo busco a Matías, el presidente, otro amigo que me regaló el Ciclón. No lo encuentro. Ya lo voy a abrazar a él también. El presidente de la vuelta, otra cosa de locos. También quiero abrazar a los pibes de deboedovengo, que en la misma época en que arrancamos con la revista, allá por 1999, ya hablaban sobre la imperiosa necesidad de volver a Tierra Santa. Y a los integrantes de la Subcomisión del Hincha, incansables militantes de esta causa. Todos locos, claro. 

Pero al que más quiero abrazar es al más loco de todos. Un loco lindo. Aunque muchos pensaron que estaba loco en serio. Adolfo Res, el historiador que hizo historia. El superhéroe de esta novela. El motor de la vuelta a Boedo. El que vio “una luz en el horizonte” y no paró hasta llegar hasta ahí. Pero no me lo cruzo. Seguramente lo haré hoy. Y lo voy a abrazar y le voy a dar las gracias personalmente. Mientras tanto sigo cantando y saltando en Avenida La Plata al 1700. Como un loco. Con un montón de locos.
  

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