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viernes, 11 de marzo de 2011

El día del juicio a Erviti (Editorial, edición impresa )

“Cosas malas tiene la vida,
pero ninguna peor que la traición.
Unos callan, otros olvidan,
y yo lo canto recordándotelo”.

Traición, Ricardo Iorio, Hermética.

por Gastón García

Walter Erviti debutó en San Lorenzo el miércoles 5 de agosto de 1999, en un partido que el Ciclón derrotó a Boca por la Copa Mercosur con un gol de Ariel López. Desde ahí, vistió la azulgrana 110 veces, convirtió cuatro goles y festejó dos títulos: el Clausura 2001 y la Copa Mercosur 2002. “Cañito”, como lo bautizaron los Cuervos en aquellos tiempos, fue un jugador importante de aquel inolvidable equipo de Manuel Pellegrini pero lejos estuvo de ser uno de los mejores. Ese rótulo se lo llevaron merecidamente Sebastián Saja, Fabricio Coloccini, Leandro Romagnoli, el Pipa Raúl Estévez y Bernardo Romeo por sus 15 goles. Muchos también pondrían en esta lista a Pablo Michelini, por el alma que dejaba en cada partido. En ese equipazo, Walter Erviti fue uno más (que sin dudas jugaba lindo) como lo fueron el Coco Ameli, Eduardo Tuzzio, Lucas Pusineri y otros.

Lo llamativo de la historia de Walter Erviti y San Lorenzo es que “Cañito” se convirtió en ídolo y personaje súper querido por el pueblo azulgrana con el tiempo y sin estar. ¿Cómo lo logró? La respuesta es sencilla: a base de discurso. O, en términos más populares, con chamuyo. Veamos…

Erviti siempre se encargó de dejar bien aclarado que él era “hincha de San Lorenzo”. Lo hizo mientras defendía la camiseta azulgrana, lo hizo cuando estaba en México y también cuando fue jugador de Banfield. Ejemplos sobran y el caso más recordado fue cuando terminado un clásico entre Banfield y Lanús, ante la pregunta si para él era un partido especial, contestó: “Para nada, todos saben que soy hincha de San Lorenzo”. Respuestas como esa, inflaban de orgullo el pecho de los Cuervos que chapeaban, felices, que Walter Erviti era un ídolo e hincha del Ciclón. Pero esto no es cosa de los últimos tiempos. Revisando los archivos de esta revista, mire lo que encontramos en la edición número 29, del 10 de diciembre de 2000. “Siempre digo que mi sueño es jugar en San Lorenzo toda la vida. Amo a este club y a su gente. Sé que es difícil pero yo siempre tengo la esperanza de quedarme acá toda la vida”. Eso le decía a La Revista del Ciclón más de diez años atrás. Dicen que ningún mortal resiste a un archivo. Erviti es un buen ejemplo para los que así piensan.

Fue tal el amor que supo cautivar en los Cuervos que, apenas unos meses atrás, cuando le hizo un golazo al Ciclón con la camiseta de Banfield, algunos hinchas se pusieron de pie y lo aplaudieron, generando, además de un hecho inédito, que haya discusiones entre los propios sanlorencistas por felicitar a alguien que te estaba perjudicando con un gol. Para muchos, el amor que le tenían superaba cualquier barrera, incluso la de aplaudirlo luego de que te clave con una pepa en contra.

Sin embargo, toda esa historia de amor que Walter Erviti se encargó de edificar con un lindo chamuyo y a través de los años, de un día para otro se derrumbó y fue él mismo, el responsable, también con sus palabras como arma principal, de destruirla.

Ojo, que Erviti se haya transformado en jugador de Boca no debería ser ni debe ser un motivo para que deje de ser querido por el pueblo sanlorencista. Aunque duela, eso es algo inevitable en el fútbol moderno, en el que los jugadores pasan de un club a otro sin que se les mueva un pelo. El error es de los hinchas que, por pasionales, pegamos de inocentes. Pero lo que sí es y será imperdonable fue la forma en que sucedió. Fue Erviti el que hizo lo imposible para jugar en Boca y no en el Ciclón. Fue él, el que dijo “yo quería jugar en Boca y estoy muy feliz de que así sea”. Fue él, el que humeó diciendo “llego al club más grande del mundo” (¿…?). También fue él, el que se agarró el escudito de Boca luego de hacer su primer gol con esa camiseta (el intrascendente 1-3 ante Godoy Cruz). Y, lo más triste, fue él, el que de un día para otro cambió su discurso de “todos saben que soy hincha de San Lorenzo” por el de “siempre dije que a San Lorenzo le tengo cariño”. No pibe, no te equivoques. Los hinchas no tenemos cariño. Los hinchas de verdad, tenemos amor por nuestro club. Por eso, vos de hincha jamás tuviste ni un gramo de tu conciencia. Entonces, ahora somos nosotros los que jamás perdonaremos tu traición.

En un rato, Walter Erviti saldrá al campo de juego del Pedro Bidegain con la camiseta más desopilante del mundo. En ese momento, recibirá el castigo de más de treinta mil Cuervos. Por lo pronto, esta revista y quien firma estas líneas ya realizó su juicio. Y, como dice Ricardo Iorio, acá estamos, recordándole que no hay nada peor en la vida, que ser un traidor.

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