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sábado, 11 de mayo de 2013

La Columna del Hermano Cuervo


La columna del Hermano Cuervo, de Eduardo Bejuk

Santo Padre

El encanto de ser Cuervos, tan difícil de poner en palabras, tan fácil de expresar en la tribuna, tiene estas cosas. La insondable capacidad de resurrección. El ingenio sin par. La música en las venas. El optimismo, aun en las ocasiones más descorazonadoras. El milagro latente. La templanza en la adversidad. La alegría, pase lo que pase. Y el aguante (término tan utilizado a la ligera). Hay más, por supuesto, y todos están invitados a descubrirlas. Esta tarde es una buena ocasión. Llega Juniors ­(el hombre con cara de niño) y la fiesta está por comenzar.

Me lo enseñaron de chiquito, en aquella infancia camboyana huérfana de títulos, pero pletórica de mística azulgrana: dale, dale, cantale que son hijos nuestros. Demasiado joven para entender los vericuetos de la paternidad, me limitaba a seguir la corriente. Y, ya más grandecito, entendí perfectamente. Y me enteré de cuando el Bambino les metió cuatro y ellos se fueron en el entretiempo; o cuando Sanfi les hizo un gol de taquito, a los pocos segundos de juego; o que el Negro Bennett les bailó salsa en la Bombonuestra (cuando vamos nosotros, es nuestra, siempre); y que el récord argentino de 13 victorias consecutivas lo conseguimos ante ellos (cocazo de Capria, singing in the rain); y aquel 4-3 a la mañana, con goles de Pipo (padre ejemplar y cumplidor en cada clásico) cuando el Beto Acosta se había intoxicado gravemente (bosterismus amargumin); o cuando el propio Beto le clavó un zapatazo inolvidable al Mono, en cancha del otro pequeñuelo, en una Liguilla de finales de los 80’s...

Y así podríamos seguir, Hermano Cuervo, extasiados de tanto Santo Padre (hoy no te olvides de nosotros, allá en el Vaticano), disfrutando de ser la Gloriosa Hinchada de San Lorenzo, padre del folclore, abuelo del ingenio, antepasado tuyo, pequeño hijo, que ahora sí, diría Francesco, podés ir en paz.

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