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martes, 10 de noviembre de 2009

La columna del Hermano Cuervo

Ya nos verán volar

Por Eduardo Bejuk

San Lorenzo provoca envidia hasta por la forma en que se sobrepone de sus tragedias deportivas e institucionales. Estoy tan seguro de eso. De que los demás hinchas, sinceramente, son incapaces de entender cómo transformamos el dolor en optimismo puro; en cómo mutamos inmediatamente, de la decepción al orgullo, con una mínima escala que nos propone la tristeza, la bronca por el objetivo perdido y fiesta postergada.

Eso es parte de la idiosincrasia cuerva: la forma en que reaccionamos no bien sobreviene la malaria. Nos gusta ser héroes desde la tribuna, porque nos sale, porque lo somos, porque levantamos una cancha y un descenso, y redefinimos lo que el “aguante” significa para un hincha de fútbol. El miércoles, como tantas otra veces, una copa nos sirvió su trago amargo y desdeñoso. Ya sé: estos jugadores, al menos, ya demostraron que son capaces de dejar todo en la cancha.

Lástima que jugaron tan mal y con tan poca inteligencia. Cansadísimos, casi sin patear al arco, perdimos la Copa de la forma menos esperada. De nuevo, Simeone y sus extraños planteos (a veces incomprensibles) nos hicieron preguntar cuál es el verdadero Cholo. El campeonato está ahí, todavía, esperando por la reacción final, pidiéndoles a los muchachos la revancha que nos redima.

El miércoles llegué a casa, desgarrado y golpeado (literalmente casi me rompo un pie pateando la bronca contra lo que tuve enfrente), y escribí esto: “En el estupor del desasosiego, todavía hundidos en el pozo del penal malogrado, los Cuervos se levantan furiosos, en bandada, presurosos de reivindicar su plumaje, graznando su pasión a flor de pico, santificados en su martirio de dignidad. Y ahí van los Cuervos, volando su canción de truenos, intactos a pesar de los años y los momentos vividos. Porque para ser de San Lorenzo hay que saber falsificar la propia muerte. Y renacer, fénix de los fénix, desde las cenizas de la ilusión aniquilada. Para ser nosotros, los únicos, ahí en el cielo, donde pertenecemos”. Ya van a ver.

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