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viernes, 11 de febrero de 2011

En vos confiamos, Ortigoza

(Edición impresa 219)

por Jorge Fuentes

En los partidos veraniegos, San Lorenzo exhibió los mismos defectos que tuvo en
2010: falta de ideas para generar fútbol e inoperancia ofensiva. La llegada de Néstor Ortigoza puede cambiar el panorama. Sí él no lo logra, seguiremos en problemas.




“Los partidos de verano no sirven para nada”, suele afirmarse. En parte, es cierto. Sobran los ejemplos de equipos que brillan a principio de año y que luego hacen sapo a la hora de jugar por los porotos. Y también hay muchos casos de conjuntos que en enero/febrero no dan ni dos pases seguidos y luego se afianzan y terminan siendo protagonistas de los torneos oficiales.


Este San Lorenzo 2011, ojalá, ingrese en el segundo de estos dos escenarios. Porque, a decirlo crudamente: el Ciclón no dio dos pases seguidos. Ni en Mar del Plata, ni en Mendoza. El mejor del verano fue… Gonzalo Rovira, en el 3-2 a Independiente. Y el pibe ya no está. Encima, la última imagen pública fue muy lastimosa. Ese 0-3 ante Boca, aunque haya sido en un amistoso, dolió en los ojos y en el corazón. Estaba claro que los problemas futbolísticos de San Lorenzo no se habían ido junto a la última hoja del almanaque de 2010.


Hubo atenuantes, claro. Los duros trabajos físicos de pretemporada, los jugadores lesionados (Romagnoli, Chaco Torres), el proceso de adaptación de los refuerzos… todos paliativos atendibles y que hacen suavizar la crítica. Pero aun admitiendo todas esas cuestiones, lo preocupante fue que San Lorenzo jamás intentó hacer algo distinto a tirar pelotazos para Pablo Velázquez. La esperanza de ver un poco de fútbol, entonces, se reducía lo que podía llegar a aportar Juan Manuel Salgueiro, uno con buenos antecedentes pero que tenía que ponerse a punto físicamente, y Leandro Romagnoli, limitado a lo que le deje hacer su maldita rodilla. El horizonte seguía oscuro. Ni Jonatan Ferrari, ni Giancarlo Carmona, ni Matías Giménez cambiaban la ecuación. Y Velázquez, solo, poco iba a poder hacer. Al resto ya los conocíamos. La tormenta parecía inevitable. Pero salió el sol.

Uno bueno de verdad
¿Puede un jugador cambiar solo el escenario planteado líneas arriba? Sí. Hay futbolistas que generan un “efecto contagio” y que no solo valen por lo que juegan, sino por que también hacen mejores a sus compañeros. Y Néstor Ortigoza es uno de ellos. Al ex cinco de Argentinos ya lo tenemos calado, no es una incógnita. Puede tener una mala tarde, pero en el Bicho dio señales de ser bueno en serio.

Por eso, su llegada fue la mejor noticia que recibió San Lorenzo en los últimos tiempos. Si no le pesa la camiseta, el equipo se beneficiará de inmediato. Porque Romagnoli no estará obligado a correr 50 o 60 metros con la pelota al pie. Porque el Chaco Torres podrá dedicarse a cortar (lo que mejor hace) y jugar a un toque. Porque Velázquez y Salgueiro (y Menseguez y Benítez, ocasionalmente) recibirán más seguido la pelota al pie y con el arco de frente. En fin, con Ortigoza, San Lorenzo obligatoriamente va a jugar a otra cosa. Por suerte, a algo más parecido al fútbol. Enhorabuena.


Quizás parezca exagerado, pero el futuro futbolístico de San Lorenzo (en el corto plazo, lógico) depende de lo que pueda hacer Ortigoza. Puede que sea apresurado colgarle el cartelito de “salvador” del equipo, pero, lamentablemente, no queda otra. La realidad del Ciclón exige soluciones para ayer. Y, la mano, la verdad, venía bastante mal. Hasta que llegó él. Uno bueno de verdad. Uno que juega y hace jugar. Uno que, en San Lorenzo, hace rato que no vemos. Ojalá que esta tarde podamos empezar a disfrutarlo.

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