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sábado, 20 de agosto de 2011

La columna del Hermano Cuervo

(Edición impresa 229)
Que ya van a venir

por Eduardo Bejuk

Hacía rato que no gritábamos un gol así, desde las tripas, lastimando la garganta con la dulce sensación de desahogo, abrazados unos a otros en el frenesí de la noche platense. Hacía falta este grito. Hacía falta que lo provocara un número 9, ojalá que goleador, ojalá que ídolo. Después de las decepciones múltiples, la última consumada con un Velázquez que pintaba pero que se diluyó sin pena ni gloria, le pedíamos a Gigliotti que nos redimiera de tanta sequía. Apareció en una brava, bien a lo San Lorenzo, cuando nadie daba dos pesos por un triunfo así. ¿Escuchaste cómo lo gritamos, pelado? Vos dale, que tenemos ganas de más.

¿Y ahora? Ahora habrá que copar la cancha, abrir el corazón, esperar una victoria esta tarde para después, al fin, visitar el salón de fiestas de la calle Brandsen, trasladar el carnaval a las tribunas, y afirmarnos en este campeonato raro, repleto de viajes, sin River, sin clásico, con promedio escaso y plantel opaco. El ambiente se había enrarecido, como ya nos parece habitual, acostumbrados a los altercados de alcocoba, los chismes, las inhibiciones, los faltazos, preocupados porque los agoreros ya nos quieren ver sufrir. No se dan cuenta de que las padecimos todas, no nos asusta nada y somos fieles guardianes de este sentimiento universal.

¿Será mucho pedir que, al menos, se repita la actitud mostrada en La Plata? Nada más que la actitud. Poder identificarnos, ir a la cancha con fe, sentir que a los rivales les costará horrores llevarse un triunfo del Nuevo Gasómetro. Y a partir de esa mística perdida (no por la gente, si no por los jugadores), construir un nuevo sueño. Ir atrás de ese sueño. Y convertirlo en realidad. El primer paso ya se dio. Vamos por más. ¿Ootro gol de Gigliotti contra el Bicho? Ya lo empecé a soñar.

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