La vida es cuerva
por Eduardo Bejuk
Esta es otra vida. Una cuerva
vida sin calculadora, sin la angustia latente de que cada partido –del viernes
al lunes– debe ser cuidadosamente observado para ver qué nos conviene; sin la
nostalgia de que cuánto hace que no sacamos un pibe de Inferiores que nos
movilice en serio; con la Ley de Restitución aprobada, los metros cuadrados
sumándose, los socios que se suben al Cuervomóvil con ganas de ser parte, un
Pipi recuperado y en la cancha (e ilusionado con dar una vuelta olímpica antes del
inexorable adiós), una realidad opuesta a los tristes meses de 2012. En el
epílogo de este torneo Final que nos encuentra arriba, mezclados entre los
punteros, todavía sin la chispa para salir campeones pero en el camino a
convertirnos en candidatos en serio, parece mentira que la pesadilla vaya
quedando finalmente atrás. Porque se sufrió mucho (y se alentó más). Porque
nadie nos regala nunca nada (y el esfuerzo físico, pasional y económico, del
más pequeño al más gigante, sigue conmoviendo los cimientos del fútbol). Porque
San Lorenzo ya resucitó tantas veces que, parece, se olvidó de la muerte. Y esa
es la mejor forma de vivir. Que se queden los pibes. Que los rodeen de líderes
positivos. Que surjan muchos más. Que el Cuervomóvil gaste más kilómetros de
llantas y vayamos por los 75.000 socios. Que tapicemos Avenida La Plata de
todos los metros cuadrados que aún faltan. Y sigamos soñando, con el incurable
optimismo que nos hizo una leyenda, unidos como nunca, gloriosos como siempre,
para darnos cuenta de que el cielo es el límite. No dejemos de volar, que
todavía falta, Hermanos Cuervos, pero qué lindo disfrutar de este sol
calentito, luminoso y alegre, mientras Correa gambetea con la cara sucia y la
sonrisa limpia, y ya se imagina cien goles en el Gasómetro de la utopía.
Nota de la edición impresa N° 242
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