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miércoles, 21 de octubre de 2009

Doval, el más carasucia

El pasado lunes 12 de octubre se cumplieron 18 años de la muerte de Narciso Horacio Doval, una de las leyendas de la historia de San Lorenzo. Los que tuvieron la suerte de verlo jugar coinciden en que era un fenómeno. Y los más afortunados, los que lo conocieron, aseguran que era una persona excepcional. Aquí, el recuerdo para el Loco, una figura irremplazable en la vida del Ciclón.

Por Jorge Fuentes

Hay jugadores a los que no les hace falta salir campeón para perpetuarse en la historia de un club. Y, sin dudas, el de Narciso Horacio Doval con San Lorenzo es uno de esos casos. Hasta los que no lo vieron jugar (incluso el autor de esta nota) saben que cuando se lo nombra, hay que ponerse de pie. Doval fue uno de los integrantes de los Carasucias, un grupo de gurrumines que, a puro desenfado, se ganaron un lugar de lujo en la historia del Ciclón y del fútbol argentino.

Junto a Areán, Veira, Carotti, Casa y Telch, deslumbró con un fútbol tan irreverente como maravilloso. En el Diccionario Azulgrana, el libro editado por La Revista del Ciclón en 2007, se lo definió como “El desenfado y la osadía traducida en un jugador de fútbol. Lo más llamativo de su estilo fue que combinaba velocidad con potencia en dosis iguales. Así se pasaba los noventa minutos, yendo y viniendo, empujado por ese físico atlético, innato, sin una gota de grasa”.

Hasta aquí, una reseña sobre sus condiciones futbolísticas, que los que no lo vimos jugar hemos escuchado cientos de veces en boca de Cuervos mayores. Y sí los hinchas de San Lorenzo lo idolatraron (también los de Huracán, donde jugó 29 partidos en 1971), ni hablar de lo que ocurrió en Río de Janeiro, donde brilló en Flamengo y Fluminense, los dos gigantes cariocas. De su paso por esas tierras queda una célebre definición de un periodista que, sin ponerse colorado, opinó que “Doval era para Río de Janeiro lo que Pelé era para Brasil”. Más gráfico, imposible.

En el comienzo de esta reseña se aclaró que el Loco no salió campeón. Pudo serlo en el ’68, pero él decidió salir campeón de los buenos tipos y de la gente con códigos de barrio. En 1967, en un viaje en avión de Mendoza a Buenos Aires, un compañero, casado, le tocó la cola a una azafata que, lógicamente, provocó un alboroto mayúsculo.

Ahí fue cuando apareció el Loco, para hacerse cargo del “crimen” y salvar el matrimonio de su compañero. Eso provocó que se lo sancionara con un año de suspensión, una medida que ahora para insólita, pero que en aquellas épocas de Juan Carlos Onganía no lo era. La anécdota no hace otra cosa que defender la hipótesis de los que sostienen que “Doval era mejor persona que jugador”. Producto de un paro cardíaco, el Loco falleció el 12 de octubre de 1991, en la puerta del boliche New York City. Tenía 46 años. Hacía rato que ya había entrado en los corazones de los hinchas de San Lorenzo. Justamente ahí, en los corazones cuervos, 18 años después, sigue viviendo. Para siempre.

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