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miércoles, 21 de octubre de 2009

Editorial

Rivero, Romeo y la gente

Por Jorge Fuentes

Hablemos de dos jugadores de San Lorenzo: Diego Rivero y Bernardo Romeo. A Bernie siempre le gusta aparecer en el final (Racing, Vélez y River pueden dar fe de eso), por eso empecemos por el Burrito.

El misionero está jugando, probablemente, el mejor torneo desde que llegó al Ciclón en 2006. Parece que la cinta de capitán que le confió el Cholo Simeone le vino bárbaro. Sigue con el esfuerzo y el trajín de siempre, cualidades que lo llevaron a ser uno de los preferidos de los hinchas que, hasta no hace mucho, tenían el “Riveeero”, como uno de sus gritos favoritos. Pero a esos reconocidos atributos, ahora le agregó inteligencia, para estar más calmo dentro de la cancha -y, así, evitar expulsiones tontas- y ¡goles!

Esta bien, fueron dos, pero eso es el doble de los que había marcado en toda su trayectoria en el Ciclón. Y, además, sus tantos sirvieron para pasar de ronda en la Sudamericana (el que le hizo a Tigre) y para empezar a ganar un partido (el sablazo que le clavó a Chacarita, la fecha pasada).

A pesar de esta evidente mejoría en su rendimiento, la relación Rivero-hinchas no pasa por el mejor momento. Desde que el Burrito hizo el famoso gestito de “no escucho”, el vínculo se cortó. Encima, hace poco la pifió al declarar “No me quita el sueño reconciliarme con la gente”. Una pena. Rivero no se dio cuenta de que él no era el principal destinatario de aquellos silbidos post eliminación vergonzosa en la Libertadores.

No supo dejar enfriar una situación que, a la larga, no le iba atraer consecuencias negativas, ya que la gente siempre entendió que él jamás escatimó sudor. El viernes pasado, al ser reemplazado ante Chacarita, no respondió a los aplausos de los cuervos. Otra pena. Ojalá que siga haciendo bien su trabajo. Ahí, en la cancha, está respondiendo de la mejor manera. Pero, compañeros de tribuna, suspendamos el “Riveeero”. Está claro que el Burrito no lo quiere. Basta de regalar cariño y gratitud a quien no lo desea.

Ahora sí, “Romeeeo, Romeeeo”. Admitámoslo: que Bernie haya sido el que anotó el gol del triunfo ante River tuvo un sabor especial. Hacía rato que estábamos esperando que Romeo marcara un tanto de esos importantes, de esos que liquida un partido. Y, encima, cayó en un momento justo, para silenciar algunos murmullos que estaban linderos a los insultos.

Y acá es donde proponemos parar la pelota y anticiparnos a lo que puede llegar a ser un acto de enorme injusticia. No hace falta recordar uno por uno los goles que hizo Bernardo en el Ciclón. Tampoco se puede elogiar constantemente su calidad humana, esa que le hizo recuperar dinero a San Lorenzo cuando fue transferido a Alemania.

Putear a Romeo sería el colmo de la ingratitud. Es cierto, no es el de 2001 y le está errando al arco más de lo que deseamos. ¿Y qué? En tiempos en los que querer a un futbolista es más difícil que ganarse el Loto, tenemos que agradecer que Romeo esté en el Ciclón. Además, seguro que tiene más goles para regalarnos. No lo olvidemos.

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