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martes, 1 de diciembre de 2009

Homenaje al Gasómetro

Por Gastón García
La página más triste

El próximo miércoles se cumplirán treinta años del cierre del Gasómetro. Sin dudas ese fue y será el día más triste de la historia de San Lorenzo. Lo recordamos con bronca dolor e impotencia. Y gritando más fuerte que nunca, que “volver a Boedo, esa es mi ilusión”.


El 2 de diciembre de 1979, casi treinta años atrás, se escribió la página más triste de la historia de San Lorenzo de Almagro. Ese día, gris, nostálgico, apagado, cerró (o mejor dicho, ¡cerraron!) para siempre las puertas del legendario Gasómetro de Avenida La Plata. Ni un descenso, ni una final perdida, ni la frustración de no poder ganar una copa se pueden comparar con el dolor que te invade al perder tu propia casa. Y cuando recordás que ese lugar, tu lugar, te lo robaron descarada y dictatorialmente, el sufrimiento se torna mucho mayor. La angustia será eterna. Fue un golpe al corazón de todos los sanlorencistas que dejará secuelas de por vida. Porque a San Lorenzo no sólo le cerraron su estadio, también lo desterraron de su tierra santa, donde supo nacer.

Aquel 2 de diciembre de 1979 San Lorenzo y Boca jugaron noventa minutos de fútbol y el resultado no pudo ser otro que un aburrido empate sin goles. Se podrían haber jugado cientos o miles de minutos más, y la pelota jamás se iría a encontrar con la red. Es que esa tarde no había lugar para festejos. Ni propios, ni ajenos. Y hasta la misma número 5 lo sabía. Por algo será que el Loco Gatti le detuvo un penal a Hugo Coscia. Por algo será que esa tarde, el Ciclón no pudo cumplir con ese mandato divino que se acostumbró a concretar a través de los años: derrotar a Boca. Por algo será que fue una jornada de cielo gris, triste, apagada. Tapada de nubes, como si fuera una señal de que ese día, dejaría una marca amarga en la historia del fútbol criollo, y sobre todo en la vida la de los hinchas del Ciclón. Sería, en el tiempo, una jornada de llanto y desconsuelo.

El pitazo del juez Teodoro Nitti indicando el final del cotejo no fue simplemente eso. A su vez, esa orden del hombre vestido de negro le estaba pegando un tiro al templo de Boedo y a las humanidades de todos los cuervos. Encubiertamente, y quizás sin saberlo, Nitti estaba espetando un desalmado “¡no va más! Hasta aquí llegó tu gracia, querido Gasómetro”. Ese pitazo final, clausuraba una lujosa historia de 63 años. Con esa acción se le daba punto final a un templo que había nacido el 7 de mayo de 1916, gracias a la radical labor de Antonio Scaramusso, aquel primer presidente azulgrana, quien fue el encargado de convencer a todos de que San Lorenzo necesitaba poseer su propio estadio.

Ese 2 de diciembre el Gasómetro cerró sus puertas y para siempre. Después llegaría el despiadado y cruel desarme. Inmediatamente el desarraigo, aunque fueron pocos los que lo previeron en su debido momento. Aparecerían las culpas y los culpables. Se habló de una desidia dirigencial por parte del club, en manos de Moisés Annan y compañía y también se acusó a una dictadura autoritaria, que de la mano del Brigadier Cacciatore falló en contra de San Lorenzo. Hubo mentiras, como las del “reordenamiento urbano”, que implicaba la apertura de calles, que jamás se abrieron. Falsos anuncios, como que en ese lugar no se podrían construir supermercados, que después se construyeron. Absurdas promesas, como la creación de un estadio modelo para 200 mil espectadores (¡je, que hipocresía!). En fin, se podrán y se continuarán diciendo miles de cosas. También se seguirán achacando responsabilidades. Pero lo cierto, es que el Gasómetro no está más, y con su cierre, al hincha de San Lorenzo le robaron algo que era parte de su vida, de su idiosincrasia, de su corazón.

En esos tablones estuvo (perdón por la primera persona) mi abuelo Máximo y sus amigotes de la barra de la Goma. Estuvo mi viejo, junto a la fiel compañía de su primo, y esas miles de anécdotas que me sigue relatando desde que me trajo al mundo. Estuve yo, cuando era un embrión en la panza de mi madre y también en sus brazos cuando apenas tenía dos añitos. Estuvieron tu viejo, tu abuelo, tu hijo, tu primo, tu vecino, tu amigo. Estuviste vos, si es que superás los treinta y pico de pirulos. Estuvieron miles y miles de sanlorencistas que peregrinaban religiosamente cada domingo por la Avenida La Plata. Estuvieron nuestros fundadores, como el inmortal Padre Lorenzo Massa. Estuvo el valiente de Jacobo Urso. Adentro, en el campo de juego, fueron leyendas Farro, Pontoni y Martino; el Nene Sanfilippo y sus goles; las cuatro pepas del Bambino a Boca en un sólo tiempo; los invencibles Matadores; los bicampeones del ’72; los cañonazos de Scotta... Y cuántas líneas y carillas más podríamos llenar, hablando de las maravillosas anécdotas que nos dejó ese famoso Wembley Porteño, como muchos solían llamarlo. Pero lo cierto es que ya no está.

El próximo miércoles se cumplirán treinta años del cierre del Gasóme
tro. Aquella tarde gris, se escribió la página más triste de la historia azulgrana. Ese día, San Lorenzo empató sin goles con Boca y Coscia se erró un penal. Ese 2 de diciembre de 1979, hasta la propia pelota estaba triste y se prohibió festejar.

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