El proyecto Turco

(Edición impresa 225)

Con la llegada de Omar Asad, San Lorenzo debe empezar, de una vez por todas, con un plan que incluya a las Inferiores y que sea más limitado y certero con la contratación de jugadores. Es cierto que los resultados son los que mandan, pero llegó el momento de bancar esa idea y luchar para que tenga un buen final. Que tengas suerte, Turco.

por Jorge Fuentes

No fue del todo clara la llegada de Omar Asad a San Lorenzo. Es más, se podría afirmar todo lo contrario. Su arribo terminó desorientando a todos los que estamos atentos a la actualidad del Ciclón. Finalmente, los dirigentes, que se venían peleando por quién iba a ser el sucesor de Ramón Díaz, terminaron acordando con el único entrenador con el que no se reunieron de manera “oficial”. No quiere decir que la elección haya sido mala (todos los cuervos deseamos que no lo sea), pero sí que el tema “contratación de DT” fue manejado de manera desprolija. Dicho esto, empecemos a visualizar al San Lorenzo que se viene.

De movida, para quien esto escribe, el aterrizaje de Asad es una noticia alentadora. Es cierto que su condición de leyenda viviente de Vélez Sarsfield hace que muchos cuervos lo miren de reojo.

Pero hay que salir rápidamente de eso. La rivalidad con el club de Liniers, generada por Rául Gámez y luego continuada por el resto de la dirigencia velezana, es algo que debemos minimizar de una vez por todas. Dos personas murieron por esa estupidez. Basta. Que ellos actúen como les parezca. San Lorenzo ha vivido 103 años muy bien sin pensar en Vélez.

Después, creer que un entrenador llega a un club a perder o a fracasar a propósito es una enorme ridiculez. Y finalmente, y lo más importante, el Turco, a pesar de su breve currículum, ha dado muestras de ser un técnico de muy buenas condiciones.

Lo demostró en las Inferiores de Vélez, donde cosechó elogios varios de los que fueron testigos de su tarea allí, y, de manera mucho más visible en Godoy Cruz y Emelec, de Ecuador. En Mendoza consiguió la hazaña de clasificar al Tomba a la Copa Libertadores y en el conjunto ecuatoriano está haciendo una gran campaña (va puntero, cinco puntos arriba de la Liga de Quito). Más allá de los resultados, sus equipos van al frente (nosotros lo sufrimos con Godoy Cruz, en la segunda fecha del Clausura 2010) y, por su pasado en Juveniles, da la sensación de que va a estar atento a lo que ocurra en las Inferiores y va a recurrir a la cantera cuando lo crea necesario. Además, por lo visto en su paso por el club mendocino, tiene una buena relación con los jugadores, algo fundamental en una época en la que los futbolistas se enojan hasta si les pedís que se saquen un arito o que entrenen a determinado horario.

Las contras

Por supuesto que no todas pueden ser flores para el flamante entrenador cuervo (asume el 24 de mayo). En realidad, son pocos los técnicos a los que cuesta encontrarles cosas negativas (¡Cómo lo extrañamos, Ingeniero!). En el caso de Asad, hay que decir que su corta experiencia, y nula en un equipo grande, puede ser un punto débil. De todos modos, sobran los ejemplos de técnicos “inexpertos” que terminan siendo una grata sorpresa.

Y entrando en lo extrafutbolístico, generan inquietud sus salidas en los dos equipos que dirigió. De Godoy Cruz, y a poco de arrancar su participación en la Libertadores, se fue por pedir más plata. Justo o no ese pedido, el hecho fue que dejó en banda a un club y a un grupo de jugadores que estaban por protagonizar el momento más importante de sus vidas.

Y de Emelec, como vemos, tampoco se va de la mejor manera. Pese a ir puntero, ser querido por la gente y tener un contrato firmado, el Turco pegó el portazo para venir a San Lorenzo. Hoy es algo que nos puede enorgullecer. “Quiere dirigir a un grande”, podemos pensar. Y probablemente, esa haya sido una de las causas por las cuales decidió calzarse el buzo de DT del Ciclón. Pero llama un poco la atención. No es el momento de juzgarlo, pero ojalá que mañana no tengamos que volver a recordar estos antecedentes.

San Lorenzo se encuentra ante otra oportunidad de construir algo bueno. Esperemos que, esta vez, sea algo duradero. Y que cuando tengamos las paredes levantadas y el techo terminado no derribemos la estructura para volver a empezar. Algo que, lamentablemente, venimos haciendo, una y otra vez, en los últimos años.